Te vi en un vagón del metro y estabas de pie a unos pocos pasos de mí. Al principio sólo te vi de espalda y con eso me bastó para querer saber más de ti.
Eras de complexión delgada y un poco alta, tenías cabello corto, una camisa de cuadros, un short de mezclilla y unos mallones negros. Traías tu celular en la mano y revisabas la hora constantemente, pero sin demostrar apuro alguno.
Llegó el vagón haciendo su ruido habitual avisando su llegada y subimos. Sin darme cuenta terminamos sentados uno frente al otro. No creo en la suerte, simplemente pasó y ya. Te concentraste en tu celular como evadiendo a todos aunque no apropósito, simplemente pensabas en algo más profundo. Sacaste unos pequeños audífonos blancos de tu bolsillo y los conectaste a tu celular. Quería saber qué escuchabas. Me intrigaba de manera extraña.
Me concentré en un mapa con las estaciones siguientes. No pasó mucho pero al regresar la mirada hacia ti, noté que me estabas observando. Algo apenada regresaste tu mirada hacia tu celular dejándome aún más intrigado.
No han pasado ni tres estaciones desde que abordamos y ya dejó de sorprenderme tus repentinas miradas hacia mí. No trato de esquivarlas. Conforme vamos avanzando la gente va bajando y no subiendo. Cada vez somos menos en el vagón y se hacen aún más obvias tus miradas.
Ya no evitamos nuestras miradas y tu celular quedó apartado. Por un par de minutos nos vimos directo a los ojos, como si pudiéramos conocernos así. Por mi mente pasó cómo sería una conversación contigo. Sabía que sería interesante.
Sentí una voz ahogada en mi pecho. Supe que no externaría palabra alguna, pero aun así quería hacerlo. También sabía que pensabas lo mismo.
Ya sólo faltaban dos estaciones para mi destino y ya me había convencido a no conocerte. Bajé mi mirada resignada, cuando escuché algo tan catastrófico para mi mente como un golpe en la nuca.
—Hola. —Me dijiste mientras me observabas con una mirada simple y una sonrisa tan leve que vista desde cualquier otro ángulo no hubiera sido posible distinguir.— Soy Fernanda.
Tardé en responder. —Hola. —Dije automáticamente sin siquiera procesar del todo lo que había pasado inesperadamente. —Soy Alejandro. —En eso, el metro se detiene justo una estación antes de la mía. —Nos vemos. —No Respondí, sólo la vi levantarse de su asiento. Nos observamos hasta el momento justo en que bajó. Y se fue.
Al cerrarse las puertas, miré mi celular y sin darme cuenta antes, llevaba varias llamadas perdidas. Rápidamente entró una llamada.
—Hola. —Contesté.
—Amor. ¿Ya vas a llegar?
Desde ese día dejé de enamorarme en el metro.
Fotografía: Kevin James Neal