Entonces me preguntaste qué pensaba. Te dije que prefería no decir nada, pensé que no valía la pena decirte cuánto me dolía lo fácil que era para ti decir adiós y más por algo que no tenía que ver conmigo. No quería decirte lo asombrado que estaba de lo rápido que tiraste todo: los viajes, los chistes locales, libros, series, películas y canciones. Qué fácil fue decirme adiós y me he puesto a pensar si sigues viendo las series que dejamos a la mitad y las películas que quedamos de ver. Qué rápido pasó todo, desde el primer beso que nos dimos en el muelle de Zirahuén, hasta la noche que fui por ti al aeropuerto y quedamos en vernos un par de días después para ir a alguna galería y a comer por ahí (y resultaría que nos veríamos sólo para escucharte decir que ya no querías salir conmigo). ¿Y la vez que te leí el libro de Villoro en el hotel de Pátzcuaro? ¿La olvidaste también? ¿No significó nada? ¿Sólo fue importante para mí? ¿Todo sucedió sólo en mi cabeza? La vez de la feria de Morelia, el día del Jumex, la carretera de ida y vuelta a Oaxaca, las risas, los abrazos, los besos, la primera vez que tomé tu mano en Quiroga… En fin, mi terapeuta insiste en que serás un buen aprendizaje y a mí no me queda más que decirle que tiene razón; así mi mente regresa a la noche en la que me dijiste adiós, me acuerdo de tus ojos hermosos ojos y el hueco que dejaste. Mi mente trata de convencerme que las cosas pasan porque así tienen que ser. That’s the way it has to be and that’s the way it is. Pero sigo sin saber cómo fue así para ti. Tan fácil.
Fotografía por callaveron
Hago dirección de arte y sistemas de comunicación visual. Mi trabajo refleja mi visión sobre el diseño.