Copilco, Miguel de Quevedo, Derechos humanos y Coyoacán. La mañana se extiende lo que dura el sol en llegar a su centro, la danza del mañana bailada desde el hoy del vagón; susurros extraviados en el espacio que ocupa el extraño dentro de su pequeño mundo. Caminos que guardan la vista de los muertos y el entierro de los vivos, extraviados como ruletas que se encajan en las nubes del templo, partículas de vidas se elevan nítidas al encuentro del smog, del tintineo de campanas de fértil mensaje y podrido amanecer, el horizonte se vuelve un millón de cabezas girando sobre si mismas con la santa encomienda de sobrevivir.
Zapata, División del norte, Eugenia y Etiopia. El aire se vuelve respirable y la calma de un cuerpo que no ha dormido en tres días descansa, sobre las almas inquietas por un desenlace que se alarga como el invierno, las montañas eternas se mueven y conservan un beso color carmín impreso en el espejo del cielo oxidado, la fuente se nutre del miedo de la cotidianidad que se acuesta en nuestras camas; pagana y frugal como la risa de la angustia de una existencia llena de prisa por existir. ¡Toma mi dirección!, me llama la urgencia, ¡cuando te hartes de amores baratos de un rato… me llamas y me dejas donde dejaste las cenizas que te atormentan las noches sin sueño!
Centro medico, Hospital general y Niños héroes; el cuerpo pide una ruleta de whiskey y dos ojos que mirar, unas risas como las de anoche, las sonrisas verticales de las ninfas de la nieve. Las manos tiemblan como el viento al rozar los labios del silencio, los mismos labios que has besado por un largo tiempo y que redimen la necesidad de interacción; la sociedad está sobrevalorada, ahora tengo a José y a Jack que me susurran al oído las canciones que cuentan historias ya vividas y que nunca volverán.
Balderas, Juárez e Hidalgo, mi camino se corta como la nieve con el humo, un paso primero y después el otro, la metodología del insomne es tan rígida como el silencio que nos corta el aliento, a ti y a mí, a mí y a ti. Un poco de aire fresco… un cigarrillo y una mañana gris en la polución del absurdo mapa que se ha trazado en tierra sagrada, entre ritos y bienaventuranzas un palacio de azulejos se tiñe de vehemencia para un destino buscado; buscando a gatas entre la madero un bar que ofrezca consuelo a los que hemos perdido la razón por tener la razón; como en cómala, todos somos hijos de la misma pena, que nos embarga el corazón al son de una ranchera, de un cielo nublado, de 1500 kilómetros entre tú, norteña de mi alma, y yo, el verdugo de la paz.
Fotografía: Mauricio Soto A.
Me dedico principalmente a tratar de no dedicarme a nada, a pensar en cosas que tengo dejar, hacer, pensar y luego a cambiar todo eso por poco más de lo mismo, luego intentarlo otra vez, y tratar de no repetirme, hacer lo que quiero hacer, pero olvidándolo poco, mucho, bastante y lo suficiente para poder dormir por las noches. Básicamente, lo mismo que hacen la gran mayoría de las personas; aprender, saber, demostrar y darse cuenta que no saben nada, ese es el mérito, ahí está el verdadero mérito y la razón del ser humano. Cometer el delito y luego entregarse.