Si cae la tarde, no llores

¿Te has preguntado por qué nos encanta mirar de frente a la muerte? Nuestros ojos lo saben, pero no lo dicen. Y nos empeñamos tanto en entenderlo. ¡Esperen!

Afuera está lloviendo. ¡Ya les dije que esperen! ¿Es un mal momento para estar desnuda?

Nuestras miradas nos delatan. Mi marido quiere decir algo, pero no puede. No quieres hablar conmigo desde hace días.

El silencio es la intimidad en que dos cuerpos, uno más pálido que el otro, se miran para decirse todo. Sólo estos ojos bastan para amar alguien. No es la carne, esa ya pasó, ni el forcejeo, eso también. Todo… ¡Ya voy! Sólo necesito un minuto más, él tiene que saber lo que sucede. 

Todo se resume a esta habitación. No lo había pensado. Afuera llueve y de pronto el frío me entumece las piernas. Quise llorar, pero no pude.

Ya otras veces la había visto en la prensa amarilla, en la televisión, muchos lo platicaban en el trabajo. Es normal la muerte. Eso lo saben todos. Lo que no saben es lo excitante que es mirarla cuando ya es muy tarde para remediar las cosas y mejor te sientes en el sofá a esperar a que ellos acaben por tirar la puerta y entren a tu casa.

Quisiera entender que fue un mal momento, pero una cosa siempre lleva a la otra. Tú me… ¡Ya voy! Sólo denme un minuto más, él tiene todo el derecho de saberlo.

¿Qué te estaba diciendo? Ah, claro. ¿Alguna vez te has preguntado por qué nos encanta mirar a la muerte de frente?

Quiero ser linda contigo, ya estoy desnuda frente a ti. ¡No me grites! Fuiste tú quien me obligó a tomar el… ¡Ya voy!

Enseguida vuelvo, cariño. La policía quiere entrar a la casa, y está bien, pero tengo miedo: estos ojos van a delatarme.

Fotografía por perezful