Aún recuerdo el día que te marchaste
tan nítido como si fuera ayer.
Todo este tiempo nos refugiamos en el odio,
lo disfrutamos, si, el dolor que nos causamos
cada quien en su cielo y su infierno.
Confieso que desde ese día firmé tu libertad
pero tu te vengaste dulcemente
a mi me dejaste encadenada
y no a cualquier recuerdo;
me dejaste clavada a los más perversos,
a tus más íntimos deseos
donde sin tenerte te hago mía
donde te deshojo pétalo a pétalo
los males, las soledades y las nostalgias.
Repaso de memoria tus memorias
como si fueran mías
beso a beso,
uniendo las estrellas del universo
con cada lunar en tu espalda.
A ciegas sin temor a caer
sigo al fantasma que me guía…
Y es que nunca te tuve
pero como te sé…
Que increíble lo que nunca pudo ser
lo que no pude darte.
Increíble que existas
y ocupes un espacio distinto al mío,
que haya alguien más encadenado
a tus pasiones, a tus ilusiones.
Menos mal que te fuiste de mí
que tanto te gritaba: ¡Sálvate!
Fotografía por Isa Gelb
Agridulce como estas letras.