Románticamente solos

¿Cómo nació la idea de este libro?
El libro Románticamente solos nació de la necesidad de nombrar el silencio cuando este se volvió más fuerte que el grito. Nació del vacío. Escribí para no morirme del todo, básicamente eso. Este libro nació en el momento en que me di cuenta de que la ausencia se había convertido en un tipo de hogar, y que la única forma de sobrevivir era aprender a habitar esa grieta sin buscar cerrarla.

¿Qué descubriste en el proceso de escribirlo que no imaginabas al inicio?
Descubrí que la fragilidad no es debilidad, sino una condición necesaria para la vida, y que yo, yo soy frágil. Descubrí que fui muy valiente muchas madrugadas, que en la vida amar es una de las experiencias más cercanas a morir. Al inicio de consagrar el libro, quizás buscaba una forma de arreglar la pérdida, pero en el proceso entendí que no se trata de arreglar nada, sino de reconocer que “Hay grietas necesarias para respirar distinto”. Descubrí que, al desarmarme, me estaba armando de nuevo.

¿Qué partes tuvieron que quedarse fuera para que el libro quedara como está?
Fíjate que ahora que analizo la pregunta, quizás sea privilegiado porque los poemas que escribí para el manuscrito de Románticamente solos son exactamente los poemas que están comprendidos en las páginas de ese poemario que, al día de hoy, ha sido publicado.

¿Qué conversaciones, lecturas, imágenes o sonidos se cruzaron en la escritura de este libro?
El libro está escrito con un ritmo pausado, reflexivo, donde el verso no apura la lágrima, sino que la desmenuza. Esto imita la estructura lenta y envolvente del bolero clásico. Principalmente, la cadencia de los boleros cubanos y de la vieja escuela latinoamericana —esa música que te invita a sentir sin prisa—. Escuché mucho la música de Bola de Nieve; su interpretación de canciones como “Vete de mí”, “Si me pudieras querer” o “No puedo ser feliz” está marcada por una íntima y melancólica franqueza que me transmitía el dolor y la ausencia con una honestidad que desarma, muy lejos del melodrama exagerado. También se cruzó una línea de la película Million Dollar Baby que habla de la magia de arriesgarlo todo por un sueño que solo tú ves. Y, por supuesto, la imagen recurrente del columpio que va y viene, midiendo la distancia de la memoria y abrazando las nostalgias cuando se está solo, triste y loco de amor.

¿Hay una emoción o pregunta que lo atraviese de principio a fin?
Sí, una emoción: la melancolía determinada. No es una melancolía de resignación, sino de aceptación activa. Y la pregunta es: “¿Cómo se permanece, cómo se es raíz, cómo se está románticamente solos, cuando todo lo que amabas se ha ido?”. La respuesta es: habitando el vacío, haciéndolo hogar y viviendo un poco o poco a poco.

¿Hubo un momento en el que sentiste que el libro cambió de rumbo?
Absolutamente. Ocurrió entre la segunda y tercera sección. Al principio era un libro sobre “Ausencia” (II), pero se estancaba en la búsqueda externa. El rumbo cambió radicalmente al escribir “Mar adentro”. Ahí el enfoque pasó de buscar al otro a buscar la orilla de mí. La supervivencia se volvió el tema, no la pérdida.

¿Cómo cambió tu manera de leer o de mirar después de terminarlo?
Cambió en que ahora miro a la gente y las cosas buscando sus grietas. Entendí que es en lo roto donde reside lo genuino. Leo buscando el fondo para encontrar la raíz, el anclaje, lo que duele pero sostiene. Y al mirar, soy más consciente de que el amor dura lo que resiste, lo que lo cuides, lo que lo abraces.

¿Qué autorxs te inspiran últimamente y qué encuentras en su forma de escribir?
Románticamente solos dialoga de manera orgánica con esa constelación de voces: comparte con Alejandra Pizarnik la conciencia de que la escritura es refugio frente al vacío; con Idea Vilariño, la crudeza de nombrar el amor perdido como herida insuperable; con Elvira Sastre, la cercanía confesional que convierte la fragilidad íntima en un lenguaje generacional; y con Mario Benedetti, la capacidad de investir de hondura poética los objetos y gestos cotidianos. El libro se sitúa así en una tradición donde la soledad, el amor y la memoria no se viven como experiencias aisladas, sino como verdades compartidas que solo la poesía logra nombrar.

¿Cuál es tu restaurante favorito y qué nos recomiendas pedir?
Mi restaurante favorito no es un sitio, es un estado de la memoria. Si tuviera que mencionar algo, diría que la cena en casa (la comida de la abuela), pues está suspendida entre la decadencia hermosa del pasado culinario de mi abuela y la obstinada voluntad de vida del presente.