Han pasado 17,520 horas desde que te fuiste. Sí, cuento los segundos desde que cruzaste la puerta y saliste corriendo por el jardín a pesar de la tormenta. Sé que no quieres saber de mí, que estás harto de mis correos, pero temo que jamás dejaré de escribirte.

Aún espero el día en que vuelvas, el día en que me perdones por lo que te hice, nos hice.

Ahora en estos meses encerrados, en los que no puedo salir de esta maldita casa en la que me abandonaste, no paro de repetir ese momento. Recuerdo tu expresión de horror, gritabas con desesperación, me mirabas como si fuera un monstruo, el monstruo que condenó a toda la humanidad. Sí, lo admito, yo lo liberé, tomé una decisión que no puedo borrar y de la que me arrepiento terriblemente. Sin embargo, yo no fui la creadora de ese maldito virus, el virus que está destruyendo al mundo, fuiste tú, y creo que es por eso por lo que no has vuelto, no puedes perdonarme porque no te puedes perdonar a ti mismo.

Mañana escribiré de nuevo, a las 7 pm como es costumbre.
Te amo, a pesar de tu error, nuestro error.

Fotografía por Sander Larsson Framnes