La calle luce lúgubre.
El tacón de mis botas hace eco
y se sincroniza con latidos de algo palpitante que creía inexistente.
El reporte de la morgue era más que claro.
7 puñaladas.
Múltiples contusiones derivadas de daños verbales continuos.
Un tiro fatal desde el paladar hasta el lóbulo derecho
hecho por las dudas que terminaron por taladrar el cráneo.
Heridas de armas punzo cortantes sin cicatrizar.
Intoxicación por venenos de saliva y sudor.
-Debió sufrir demasiado por tanto tiempo-
fueron las palabras del forense que dio fe a tan
horrible masacre.
Ahí estaba, cubierto de vendajes con sangre añeja,
entremezclando el tejido que intentó sanar con el que estaba
regado por toda la habitación. Tratando de sobrevivir
con tan solo una ilusión de vida que resultó ser una mentira.
Rebobino cada detalle y sensación.
Recorro la cinta una y otra vez para intentar explicar
como algo así pudo ocurrir.
Intento encontrar la coherencia de como su presencia
fungió como mesías y levantó a Lázaro.
De la sensación de sus manos como si fuera RCP consumado.
Respiración de boca boca con sabor a cigarro y alcohol.
La adrenalina insertada directamente al tórax que recorrió
al presunto occiso.
La ley de la vida es que los muertos no regresan.
Nada que haya perecido vuelve de su final.
Entonces si mi corazón logró revivir,
tendré que creer en el milagro de la resurrección.
Fotografía por Sakis Dazanis
-Soy romántica en el sentido de que presento al hombre como debería ser. Soy realista en el sentido de que lo sitúo aquí y ahora, en este mundo.-
#Rand