El gato blanco con negro salió de una de mis pesadillas. Lo sentí nacer de mi boca y arrastrarse bajo mi cama, pero no podía hacer nada porque la pesadilla era demasiado poderosa como para poder mover mi cuerpo.
Eventualmente el gato va a encontrar a su presa. Espero que le sepa bien, que disfrute la merienda y que no vuelva a casa, porque si vuelve se dará cuenta del uso de las ratoneras que coloqué esperando se sintiera un buen cazador y así abandonara mi departamento.
Tengo compasión de él porque está ciego, pero no lo he visto chocar contra algún muro. Eso me hace pensar que lleva toda su vida con solo una nariz y una boca en la cara.
Sé que solo esta aquí por el ratón que rellené con mermelada de frambuesa la semana pasada. Lo solté por accidente después de meterle la jeringa y antes de meterlo a la caja. Salió corriendo al tocar el suelo.
En el día solo lo veo por los dibujos del rastro de frambuesa sobre el suelo, pero en la noche se alimenta del gas de mi estufa y lo escucho llorar porque extraña su sangre.
Y al gato solo lo escucho cantar:
Corro con mis cuatro patas sobre el helado suelo del tablero de ajedrez.
Corro, corro persiguiendo su aroma.
Siento la luz en el azulejo en el que me resbalo.
Corro corro y no encuentro al que ya esta muerto.
Lo quiero salvar.

Fotografía por Richard P J Lambert