¿Por qué cazar conejos?

No olvidaré el momento cuando lo vi, estaba estático, misterioso y con una inercia incorruptible. Era un conejo de un pelaje café intenso y sin duda alguna, el más grande que había visto.

Solo éramos él, yo y el viento helado en ese instante, pareció mirarme directamente a los ojos por al menos dos segundos antes de su inminente huida, observé cómo entró a su madriguera ubicada apenas unos metros a la izquierda de donde se encontraba, pero no lo iba a dejar ir tan fácil, así que cazarlo sería una tarea que requeriría mucho cerebro, por lo que empecé a armar una estrategia.

Sé de forma empírica que cuando cazas un conejo lo más importante son las decisiones que tomas, si erras gravemente, aunque sea una vez, no podrás volver a verlo, solo necesitas de ingenio y también puntería, si se dispara mal, el conejo huirá. Desde luego no importan las armas que tengas, estamos acechando a un conejo, no un a venado o alguna otra criatura así de bella, pues solo los cazadores más habilidosos, altos, fuertes y físicamente aptos pueden cazarlos, pero siendo sincero no creo poseer ninguna de esas características.

El error más grave al momento de la ejecución es pretender cazar a otros conejos, porque de ser así, en cuanto este escuche el disparo, la presa que verdaderamente querías se aturdirá y no volverá a acercarse a aquel lugar. Por otro lado, debes tener buena distancia respecto al animal, no puedes disparar a la distancia ya que la bala no va a llegar y de igual forma no puedes dispararle si no lo ves, pues no podrás apuntar bien. Ahora bien, ¡no le cuentes a nadie! Existe la probabilidad de que, si le hablas a alguien de tu descubrimiento, te quiera hacer cambiar de opinión respecto a tu objetivo, o tal vez quiera cazar al mismo conejo, o no está a favor de la caza, o al menos no quiere que tus caces a ese conejo.

Los conejos para mí son una obsesión. Muchas personas me dicen que busque otra forma de distraerme, tal vez la pesca que es más cómoda, pero considero que es banal, muy fácil, hay muchos peces en el mar. ¿Quién se conforma con un fortuito pez cuando puede tener un conejo? Sé que hay peces muy buenos y nada comunes, pero esos están escondidos al fondo del mar, lejos de mi alcance, y ciertamente no tan majestuosos como el querido amigo que he encontrado.

Me senté a unos metros de su escondrijo y me dispuse a esperar, hasta que por fin lo vi salir, y de igual manera se quedó tan quieto que pude haberle tomado una fotografía, pero decidí no hacerlo, gran error. Me fui acercando lentamente y poco a poco, hasta que estuve tan cerca de él que casi podía tocarlo, no se movió ni un centímetro, no existía nada más que él y yo en ese momento, y sé que no existirá nada que me dé ni la mitad de lo que su presencia me dio aquel día de octubre, y no cambiaría ni loco ese inmarcesible momento, por nada de nada, hasta que ¡PUM!, una ensordecedora detonación se escuchó a una distancia cercana y nos asusto a ambos, ni siquiera pude ver cuando se fue de mi lado, corrió, corrió y corrió, pensé en perseguirlo, pero era inútil, nunca lo alcanzaría, pero decidí no disparar, preferí ver su silueta perderse ente la multitud de los árboles.

Esa es la más terrible de las consecuencias por no haber disparado cuando pude, o más bien sí pude, pero no quise, y espero volver a verlo, solo quiero eso, volver a verlo siquiera a lo lejos, no sé cuándo, no sé a qué hora, yo siempre estaré esperando horas, días, semanas, meses o años. En caso de que no lo vuelva a ver, espero encontrar uno casi tan perfecto como aquel.

Y ahora que lo pienso esto ya me ha pasado, creo que por eso siempre fracaso, sé que en algún momento me sentí en esta misma situación, esa misma sensación, el mismo café en la piel y el esperar por siempre.

¿Y si amar en ocasiones es como cazar conejos?

Fotografía por Cloro