Si nuestros labios chocaran
una tarde de viernes,
despertaríamos juntos
el fin de semana.

No habría necesidad
de ocupar palabras;
fundaríamos un lenguaje
basado en el silencio.

Y nuestras señas serían:
el roce,
la caricia,
el beso.

A orillas del lunes
haríamos el amor
para combatir la monotonía
de la semana laboral.

Fotografía: Liszt Chang