Pantano Mental

Llueve a cántaros.

Un centenar de abismos, infinitos vislumbrables, irrumpen en mi cuerpo como aves que no vuelan.

¿Quién dijo que la locura no era salvación?

El hueco estrecho de mis ideas destempladas. Vientos rojos arremolinándose con desenfreno.

Y lo recorro, desesperanza, no me tomes de la mano esta noche de deseo.

No delires, no nades en aguas heladas y viscosas.

Que lo que tengo que ofrecer esta borroso y difuminado ya.

Perdido en aquellos caudales anónimos.

No me tomes,

no te poses sobre estas ramas tan mías, que pronto

no serán más que cenizas.

Fotografía: Annemarie