El tren le cortó una pierna

El tren le cortó una pierna.
Antier.
Le cortó una pierna.
Y no es ficción.
El tren le cortó una pierna y yo estaba cerca.
Y quisiera que fuera ficción.
Pero le cortó la pierna.
El mismo tren que yo vi pasar.
Se cayó.
O al menos eso dicen.
Que intentó brincar a otro vagón.
Que porque estaba lloviendo.
Yo no vi la pierna.
Pero la imagino.
Sólo vi al hermano, ido, sentado.
Sólo vi la camioneta alejarse.
Pero ya le había cortado la pierna.
Ya se estaba desangrando.
A sus trece años.
Desangrándose a sus trece años.
No es buena edad para desangrarse.
Ni para viajar en la Bestia.
Ni de subida ni de bajada.
Ni en toda su vida.
Mexicano o no.
Sin pierna.
No más pares de zapatos.
También perdió el brazo.
En el hospital.
No más pares de guantes.
No más pares para él.
A sus trece años.
No futbol.
No básquet.
No comía.
Alfredo no comía.
Desde antes no comía.
Por eso viajaba.
Mendigaba.
Charoleaba.
Desde Tuxtepec hasta Orizaba.
Y de bajada.
Pero esta bajada no la pensó.
Un bote de resistol al lado.
La pierna fuera de las vías.
Él adentro.
Dos policías mudos y un charco de sangre.
Gritos que se diluyeron en el silencio.
Dolor que no se diluyó en nada.
Sangre que se diluyó en las piedras.
Sin pierna.
Sin pierna.
Sin pierna.
Sin familia.
Sin pierna.
Sin familia.
Hospital de nadie.
DIF para todos.
DIF para él.
Y para su hermano
Ya habían estado en ese albergue.
Y habían escapado.
Ahora sin pierna será más difícil escapar.

Fotografía por TolikTolik TolikTolik