El vuelo se vio interrumpido de forma violenta y frívola, llevando al espíritu a un lugar ajeno, oscuro, ácido. Las sombras nublaron la mente y el corazón, todo era tan monótono y aburrido. Malestar por saber cuál era el camino adecuado para tomar pero eso no importa mucho porque la visión se había vuelto gris. Los recuerdos de tiempos lejanos vuelven a la cabeza de forma retorcida haciendo corto circuito con la magia, magia que un día invadía y pintada la mente. Todo colapsó una tarde rota y desolada como se desvanece el humo de un cigarro en el aire, los sentidos se marchitaron como una flor de otoño. La ganas de crear e imaginar todas esas pequeñas cosas que hacen sonreír al corazón fueron consumidas por las sombras que avanzaban lenta pero destructivamente con cada hora de sueño perdida. ¿Puede ser este el final? Pregunta que aparece en los rincones, las horas, los días, los pasos.
Incertidumbre de saber por qué existe este lugar tan ajeno y descubrir cuál es el alimento de las sombras, cuál es el motivo de su existencia. Después de tantos placebos apareció un antídoto cargado de luz, arte, razón, perdón… antídoto llamado tiempo, eficaz y poderoso a largo plazo, mostrando una nueva forma psicodélica de volar. Después de emigrar de ese lugar la vida no sabía igual, tenía un sabor a whisky, tabaco, recuerdos, sonrisas lejanas, creatividad, fuerza, frescura. Este fue el comienzo de una nueva etapa, la época oscura había servido de detonante de sentimientos y sueños cósmicos no todo estaba perdido, no era necesario sostenerse por la realidad, la mente se convirtió en un avión de papel elevándose por el cosmos la oscuridad ya no era perdición se convirtió en vida.
Fotografía: PJ Wang
La mente es un avión de papel impulsado por sueños psicodélicos.