Se bajó el telón, el show ha dado fin, ahora es una noche sencilla, simple como lo es cualquier otra…

Pero hay algo diferente, le sobra calma. Momento oportuno para jugar con las ideas, establecer algunas cuantas premisas, llegar a conclusiones o quizá resguardarlas en nuestro ser o simplemente vagan por nuestra mente para después evaporarse.

Pero, ¿por qué en las noches todo se intensifica más? Parece que tenemos una efímera y especial relación con las luces bajas y el ruidoso silencio de la contra parte del día, algo tan asombroso y natural. Es tan seductor el momento que, tentadoramente florecen las más interesantes emociones, las cuales se hacen invasoras al paso que avanza el reloj, no se detienen, siguen su curso; entonces de forma elegante la ausencia temporal de luz ya está comenzando a surtir efecto, te dejas llevar por la quietud que te obsequia y sin detenerte sigues, ya sea inercia o meramente por placer…

Fotografía por Magnus Jorgensen