Empecé por dedicarme a leer y releer,
seguí leyendo y consultando otras fuentes,
buscando síntesis, textos adicionales,
pedí puntos de vista y compré más libros,
cualquier cosa con tal de llamar su atención.
Busque un lugar estratégico y tomé asiento,
ni muy enfrente ni muy al fondo,
pero cuidando que sus ojos y los mios atravesaran la misma linea recta.
Comenzó a hablar, y la manera en la que comentaba y expresaba sus ideas,
en que formaba oraciones coherentes e inteligentes me hizo babear.
Aproveche la oportunidad que se me presentó y hablé,
di mis puntos de vista, mi resumen del texto.
Despues leí en voz alta…
No me importó para nada dejar de ver televisión,
de escuchar musica,
de surfear en la red para seguir leyendo y tener su aprobación.
Volví a participar unas clases más,
me encantaba la manera en que mis ojos tenían el pretexto de fijarse en los suyos,
la manera en que inconscientemente,
mientras yo hablaba y él contestaba, sonreía.
Me sentía extraña.
Y extraña fue la manera en que el próximo paso de mi plan se adelantó.
Estaba lloviendo y salimos de su clase en punto.
Corrí a alcanzarlo y platicar un poco de la lectura,
de lo que entendía,
me puse a preguntarle si podría tomar alguna lectura adicional e interesante
que me situara en un mejor contexto para entender la matería,
y después, lograr en mi trabajo final un ensayo excelente.
Seguimos platicando sin detenernos hasta que llegamos a la escalera.
Ahí me ofrecí a acompañarlo a su cubículo y poder hacer tiempo hasta que la lluvia se detuviera.
Subimos entonces las escaleras y me fracturé el tobillo por el piso y los tacones.
Me tomó de la cintura para ayudarme a caminar y ya en su cubículo me invitó a pasar.
Adivinen quién dijo que sí, no con la mera palabra, sino pasando,
aventando los papeles sueltos a un rincón y sentándose en su escritorio,
sí, yo.
Ahí estabamos.
Mido 1.60 y peso aproximadamente 50 kilos.
Llevo mi cabello castaño obscuro recogido en una pony tail,
mis ojos café obscuro delineados al estilo de Katy Perry.
Mis labios hoy van color rojo cereza.
Llevo un crop top blanco y una falda lápiz rosa con lunares blancos
a la cintura y por debajo de la rodilla.
Unos heels negros y una cazadora del mismo color.
Tomó asiento en la silla giratoria
y me empezó a preguntar cosas acerca de mi elección por la carrera,
mis pensamientos, bla bla bla.
Le pregunté por sus estudios, su pensamiento,
sus influencias, sus hobbies…
Terminamos besándonos de la nada, de un segundo a otro.
Nos miramos, sonreímos pícaramente al mismo tiempo y nos aventamos hacia el otro,
nuestros labios parecían ansiosos,
sus manos parecían tener un camino marcado.
Lo único que hizo falta fue mover mi pantaleta a un lado, bajar su cierre y empujar su pene erecto adentro de mi para hacerme gemir un solo segundo antes de morder mis labios para mantener el silencio de estos corredores.
Mis nalgas en la orilla del escritorio,
mis piernas abiertas y mis tacones volando en el aire,
mis manos arañandole la espalda, sobandome los pechos y repitiendo el proceso.
Sus manos en mis caderas marcando el movimiento adecuado,
sus labios en mi cuello, en mi boca, y otra vez mordiendo mi cuello.
Un, dos, tres,
más fuerte cada vez .
Más fuerte, más duro, más salvaje,
mas caliente…
Exploté,
luego se vino él y me arreglé.
Salí del cubículo como si nada,
tomé mis cosas y camine bajo la lluvia,
también como si nada.
La lluvia se llevó sus huellas de mi cara y cuello,
y entre mis piernas aún siento un cosquilleo…
Ahora puedo dejar de leer y participar tanto,
ya no es tan necesario,
la fantasía fue cumplida,
y nadie sabe porque traigo esta sonrisa.
Fotografía por Magnus Jorgensen
Todos los días hay ideas sueltas en mi cabeza esperando las conexiones mágicas que hacen artista al escritor.
Trato de amarrarlas, no quiero dejarlas ir. Pero las ideas vuelan a otra dimensión, las personas se van, las palabras no se quedan marcadas en ningún lugar.
Soy alérgica a mi fruta favorita, como si yo misma me propusiera para el sacrificio, como si quisiera matarme para obtener placer, como si necesitara del desamor para escribir mejor.
Escribo con la esperanza de que un día vuelva, con la disciplina de un gato. Escribo por si nunca vuelve, y sin querer que me lea.
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