Ayer confronté a mi corazón, pero lo hice con la ayuda de la mente, por si el corazón se negaba o ponía resistencia.
Le dije que debíamos irnos, llevamos demasiado tiempo encerrados en ese lugar, no tiene sentido quedarse en donde no nos quieren.
Mi corazón se deprimió, en medio del llanto y miles de berrinches; me pidió una explicación. Mi mente intentó intervenir pero le expresé que se calmara, que yo podía explicarle.
Me senté al lado del corazón, le mencioné que algunas personas por algún motivo ya no necesitan más de nuestra compañía.
El corazón se negó a aceptarlo, manifestó que había dado todo de sí y que no quería irse.
Noté que mi mente se deprimió, los abrace a ambos y les confesé que yo tampoco quería irme, pero debíamos seguir nuestro camino solos.
El corazón luego de mucho llorar y tranquilizarse, al fin logro entender y de la mano de mi mente caminaron juntos delante de mi, cerrando la puerta de aquel amor que decidió marcharse y que hoy ya no está.
Una criatura inhabitual que prefiere las plantas sobre las personas, que aún le pide deseos a la luna, que entrega mucho y que le encanta pasar las tardes de domingo horneando bizcochos, ese soy yo.