Lunes 20 de Junio (17:30)
La vida ha cambiado tanto en un año que ni siquiera sé si existí en ese pasado.
A casi nada de cumplir 365 días desde que dejé el corazón enterrado en una noche de perico y cerveza allá en el norte, en unas montañas blancas, con el que creí sería la persona con la cual pasaría mi vida, siento que estoy más viva que nunca, porque estuve a nada de morir cuando me rompió.
Y bueno, no, ese vato no era el amor de mi vida.
Hay una diferencia abismal entre “el amor de tu vida” y “el amor con quien quieres vivir tu vida”.
‘Vida’, lo he dicho tanto en las ultimas lineas que me dieron ganas de esnifarme una.
Y el amor de mi vida es alguien más importante. Alguien con quien puedo razonar mis emociones, con quien puedo externarlas en palabras y beberme un café. Con quien puedo estar en silencio sin pedos. Con quien no tengo miedo de voltear a ver la pantalla de su teléfono. Alguien que no me genera ansiedad.
Y por eso sé que es amor del bueno.
Pero, el amor con el que quería pasar mi vida y envejecer, era amor del malo. De ese que te despierta a media noche por pesadillas, de con quien vas a llegar tarde una noche de cervezas a pelear, o con quien te vas a ir de viaje de carretera y te vas a perder a medio camino.
Incluso de esos que te mandan a terapia. Del tóxico.
Y no me importa decir esto: a pesar de que todo eso me mataba, yo lo amaba con toda el alma.
Y no me importa que pase, o que haya pasado, siempre estaré enamorada del vato que me rompió el corazón, del que rompió todas las promesas, del que hizo todo lo que dijo que no haría.
En fin, a lo que iba; la vida ha cambiado tanto en el ultimo año, en los últimos meses y en los últimos días, ni se diga, que no puedo realmente detener mi mente.
Facebook se empeña en recordarme lo que pasó hace un año, desde el 10 de junio; y no se va a detener hasta el 28 del mismo mes, pero lo veo y lo revivo. Puedo recordar el olor, el calor de la ciudad de las montañas. Despertar a 29º a las diez de la mañana con cruda y seguir tomando cerveza durante la tarde. Sus manos en mis piernas, la comida de su madre, las estrellas todas las noches… como si nunca las hubiera visto.
Y se me va la vida recordando, pero me da miedo no recordar. Me da miedo enfrentarme, por lo menos en estas fechas, a la realidad. Me da miedo olvidar ese viaje. Me da miedo olvidarme de lo que fui en ese viaje. Me da miedo olvidarme de él. Y me estoy perdiendo unos cuantos detalles por andar intentando recrear en mi mente todos lo momentos, desde que despertábamos…
Leo esto y me siento bien loca. La coherencia no entra de todo en las palabras.
Jamás había tenido tanto miedo de ser olvidada, y de olvidar. Pero supongo que son cosas a las que te enfrentas en la vida. Bien dicen en la película de Life of Pie “al final todo se vuelve un acto de dejar ir”.
¿Olvidar es dejar ir? ¿Pero como olvidas algo que te ha dejado una marca? ¿Realmente podemos olvidar a decisión propia? Si es así, sí tengo miedo de que me olvide. De nada habrá servido dejar mi corazón entre la maleza alta de media noche, escondido de la luna, pero no de las estrellas. Dónde sólo él pudiera encontrarlo en la lujuria, en su pecho.
La vida ha cambiado tanto… y no se que hago recordando.
Pero aquí puedo decir que si nos volvemos a ver, me voy a presentar.
Una geminiana-cholita-ñoña-kawaii que apenas está empezando a entender que el tiempo es un concepto, y yo, una idea.