Roja como el atardecer, delgada como el brazo de mi guitarra.
Estar con ella era como salir a la calle de noche después de llover, refrescante pero peligrosa. Creo que descendía de las sirenas esa voz no era normal…. muy “Fenomenal”.
Le decía que el cielo en verdad era azul, pero nunca me creyó hasta que alguien mas se lo dijo…. sin embargo la seguía queriendo a diario.
No creo que el corazón que tenia en su mano izquierda fuera el mío, se estaba deshaciendo… al mio lo golpearon, se defendió pero aun así me lo noquearon, esta en observación y no le gusta la medicina, pinche necio…
Lo que si creo que es mio, es el recuerdo que tiene de el viento y la carretera.
Fotografía: Dima Semenovykh

Tropezar en la dirección correcta es la única manera de avanzar.