La pijamada de lo que no se va

Mi noche comienza con pleno sol, a eso de las seis, cuando me entretengo pensando en todo lo que se va: el triunfo, el dinero, la gente, el transporte público, los viajes, las risas, el llanto, los días, los meses, el sueño y las personas que prometieron quedarse, siempre encuentran la manera de irse, a veces mientras te distraes observando la foto de graduación empolvada, o mientras ves alguna comedia moderna en televisión que nada dice, salvo los mismos clichés tan refritos en docenas de películas absurdas, pero hay errores fatales que se acuestan a mi lado cada noche: el fracaso, la resignación, la ausencia, el miedo, el dolor, la agonía, tu ultima despedida, comparten la cama conmigo.

¿A dónde fue la chica de la eterna sonrisa? Se ha llevado anhelos, dejando dolor escurriendo entre recuerdos, por desgracia, también esta resignación incisiva, he dormido con cartas de suicidio que no llevan dirección ni postal, me he perdido en el laberinto sin final de un brasier, porque me he acostado con la mujer de la interminable ausencia, le he hecho el amor a sus memorias, he querido no levantarme en las mañanas, retar a la rutina y dejar que se las arregle sola, seguir recostado con mis fantasmas entre sabanas amarillentas y platos sucios bajo la cama, qué más da, están esperándome, quieren que me rinda, y sin embargo, algunas veces entre lagrimones les dejo ganar la partida.

Fotografía por Eduardo Pedro Oliveira