En el invierno azulado, de puertos celestes y precipicios nublados se encontraba la pequeña Luna de ojos grandes, pelo castaño y pecas sabor a chocolate. Ella tan indeleble, con esa capacidad de asombro irrompible decía que seguiría creyendo en la magia pasará lo que pasará. Tan solitaria, le gustaba caminar en medio de las carreteras mojadas, bosques y callecitas empedradas. No le tenía miedo a nada, era feliz de sólo pensar que podía choco aventurarse y hacer nuevos amigos (animales o plantas). Amaba pisar charcos con sus boticas, correr, jugar a las escondidas, leer acostada en el pasto y sobre todo observar el infinito a cualquier hora. Tenía un “camarada” así lo llamaba Luna. Su camarada, le encantaba comer bambú, dormir, dormir, dormir, tocar el teclado, abrazar a Luna, caminar, escuchar música y escribir. Es un oso bastante particular decía ella, no es como todos, el tiene su magia y aunque no se ven todos los días, ella tiene la capacidad de soñarlo cuando lo extraña y en los sueños pueden hacer de todo, han hasta viajado juntos por el espacio, viendo de cerca infinidad de estrellas fugaces y tomando malteada de uva mientras conocen planetas y galaxias o lugares poco concurridos.
Fotografía por Lars Wastfelt

Quizá encaje en el tercer lugar del alfabeto. Disfruto de un buen vino, de la lluvia empantanada, las tardes de otoño deshojadas, compañía o soledad para eso soy descomplicada, siempre he sabido inventar… ¿Luna? ¿Yo? Qué tal mucho gusto: – Musique – Café – Cálida – Cine – Poesía – Contraste.