La frustración tras la caída del halcón

Un día más.

Despierto y creo que estoy viva, mi pulso lo confirma.
Ese pequeño salto en mi cuello que indica que aún mis órganos funcionan relativamente.

-Han pasado casi 5 años- me digo a mi misma mientras me siento al borde de la cama.
Miro mis pies y a veces noto lo increíble que puede resultar lo absurdo.

Volteo, sigue dormido. Dentro de él puede caber un mundo de pensamientos y anhelos.
Me veo en el espejo y soy el reflejo del vestigio de una puerta entreabierta. Soy la consecuencia de una decisión calculada para vivir automáticamente. Y,¿Quién me culparía del hecho de seguir en piloto automático mientras mi estatus no provoque molestias?

La confianza se volvió un componente de los cuentos de hadas. Para mi ya no es real.
El hecho de que sea la razón de existir de alguien más es una idea que mi mente no puede considerar fidedigna.
La lógica impide que idealice cualquier concepción.

No existen culpables para la caída de un halcón.
El arte de esconder este tipo de sentimientos debería considerarse como una enorme habilidad dentro de un currículo.

Fotografía por Andrey Rachinskiy