El aplauso fue breve y mortecino, durante la presentación hubo bostezos, murmullo y risas inoportunas. El sonido fue malo, las muecas del maestro reflejaron un solo gesto: el de la decepción. Los otros intérpretes esperaban su turno, confiados en su destreza. Paul bajó del escenario, se desabrochó el corbatín con un gesto de desdén. En la sala reinó un silencio incómodo. Los jurados deliberaron.

Su madre quiso abrazarlo, pero él no se lo permitió. Contuvo el llanto, le pidió un poco de dinero. «Necesito salir y refrescarme, ya sabes…» hacía un poco de frío, el viento se le coló por las mangas anchas y por las axilas. Estornudó un par de veces, de golpe sintió el desgaste en su garganta, pero no le importó, fumaría de todos modos. No era un cantante quisquilloso.

El ruido del tráfico lo había aturdido, fue a dar a un callejón, a un par de cuadras del conservatorio. Siempre llevaba una pequeña pipa en el bolsillo izquierdo de la camisa, al lado de su corazón.

Alzó la vista para mirar atardecer, los olores del lugar se mezclaban, tenían gusto a humedad y a viejo. Un vagabundo se acercó a él, le contó una breve y patética anécdota, luego pidió dinero. El muchacho se negó, a decir verdad, estaba harto de los inmigrantes.

Limpió su pipa, despacio, como quien sostiene una reliquia para un ritual. Le quedaba poca marihuana. La gastó toda, luego se arrepentiría. Tosió un par de veces, oyó a la pareja que fornicaba a un par de pisos por encima de su cabeza, le causo un poco de gracia, parecían entenderse bien, sus ruidos guardaban cierta musicalidad.

*

—¿En dónde diablos estabas, Paul? el jurado está a punto de dar el veredicto.

—Cerca, ¿Qué hay de los tenores?

—Lo de siempre, repertorio para bobos de iglesia.

A Paul se le irritaban los ojos, nunca había usado gotas. Ahora estaba despeinado y un poco sucio. Vio a los jueces en tarima hacer lo suyo, hubo aplausos, abrazos, lágrimas y mocos. Al cabo de unos minutos los padres orgullosos salían del recinto con sus hijos, los maestros regalaban sus despedidas hipócritas y los chicos del sonido comenzaban a recoger los ríos de cables. Paul permaneció sentado, su madre lloraba, se sentía triste y avergonzada.

—Ten cuidado con los finales, chico, presionas mucho y te quedas sin aire, tu puntaje fue el mínimo aceptable.

A pesar de haber sido su estudiante por cuatro años, Paul no se despidió de Jhon, arrugó el papel que éste le dio, lo arrojó al suelo y fue al baño para poder vomitar en paz. El documento, entre otras cosas, decía lo siguiente:

“…Paul Collen, Barítono. Se graduará por ventanilla, favor reclamar su respectivo certificado en las oficinas centrales de nuestra institución…”

Fotografía por dirtyharrry