Me he dejado caer al mundo como una pluma.
Me he dejado acariciar por la brisa fría y la ráfaga del infierno.
Soy un esclavo, soy invisible, un olvidado. Cuando tengo todo quiero más, y cuando no tengo nada me conformo con tan poco.
De pronto, entre el cielo y la tierra estas tú, enseñándome a querer… Pero no puedo.
Aquel viento se presenta ahora infinito, lleno de símbolos, de ideas difusas que trato de seguir a veces sin convicción.
Culpable ante todos, creo en el silencio y en el mundo que no es; pues de la Nada existo y con la Nada hago el amor.
De todos los destinos escojo el mismo, y así hasta implotar.
Vuelvo a ti cuando no me atrevo a partir, pero hoy, amor, mi paciencia se agotó como agote las posibilidades y todas sus realidades.
Vi a la moral desnudarse poco a poco y cada vez más, hasta mostrar su hermoso cuerpo de mujer dispuesta para amar.
¡Ha muerto la ley absurda del espíritu!, y con ella ha muerto esa parte mía que es tuya también.

Fotografía: Aëla Labbé