Sufría de indecisión diagnosticada (por mi).

Estiraba la liga de la decisión lo más que podía. Estudiaba todas las opciones y los (disque) posibles resultados. Encontraba mis típicas e interminables listas de pros y contras hasta en las servilletas de los restaurantes. Buscaba todos los reviews y le preguntaba a todo mundo su opinión, como si ellos pudieran saber qué era lo que realmente quería.

Después de estirar la liga un rato, de intentar estudiar todos los resultados de las posibles opciones, pero darme cuenta que era imposible por el factor humano, de ver que la lista de contras tiene más puntos que la de pros y de escuchar a todo el mundo decirme que no eres bueno para mí, me di cuenta de que sí, que si estoy decidida a estar contigo.

Te fui a buscar para decírtelo. Pensé que tal vez al verme tan decidida (conociendo mi indecisión diagnosticada) comprenderías la magnitud de decisión que estaba tomando.

Te encontré, estabas pero ya no ahí. Ya no a mi alcance.

Se me hizo tarde, se me rompió la liga. Entonces comprendí, si tú no decides la vida decide por ti, porque la indecisión es también una decisión.