Incienso de lavanda

He estado navegando en mis memorias, tratando de descubrir por qué últimamente leo tanta literatura erótica luego de la poesía rutinaria. Por qué todo lo que escribo tiene algo de sexo, y nostalgia en medio. ¿Es la soledad? ¿O una crisis de los 20 y tantos? Leí Lolita cuando tenía 17, era tan virginal entonces, tan llena de curiosidad. La última vez que me masturbé con la luz apagada mi orgasmo estuvo acompañado de lágrimas, y quería asesinar a alguien porque no lo entendí, en vez de eso, caí en un sueño profundo sin siquiera levantarme a limpiar la humedad; ahora la dejo encendida y me basta con sólo cerrar los ojos. He estado pensando en las veces que mis vecinos me escucharon gemir, y son proporcionales al número de veces que me escucharon discutir por alguna puta que le escribió al whatsapp mientras veíamos alguna película romántica por décima vez, no extraño eso, ni la sensación de insuficiencia que recorría mis venas entonces. Las veces que me han escuchado cantar algún clásico en inglés, como me río exageradamente cuando estoy alucinando; creo que el vecino que me sonríe en las mañanas me ha visto bailando en ropa interior cuando enciendo incienso de lavanda. Y la vecina de arriba juzga las noches que me ha escuchado llorar mientras veo cartoon network. Una vez alguien me llamó musa, y me obsesioné con sus ojos negros. A mi roommate probablemente el olor a cigarrillo ya le cause náuseas, la he visto mirarme raro cuando llego del supermercado con las bolsas repletas de chocolate y una botella de vino; hace unos días me sonrió cuando en lugar de eso, traje comida china. He leído tantos blogs en internet, y escuchado tantas veces la misma canción esta semana que me siento en un mundo paralelo donde no corre el tiempo. Nunca me consideré buena usando la palabra “follar” cuando escribo, condenada a poetizar hasta la manera en qué la gente se equivoca, condenada al romanticismo que nunca es correspondido. He estado navegando en mis memorias, porque quiero contarte que soy un desastre cuando amo, y cuando no, también. Pero nunca me consideré mala compañía.

Me gustas.

Fotografía por Isa Gelb