Locación:
El corazón roto de María.
Una habitación obscura, una cama desnuda, dos pilares de jónicas evocaciones, una luz cálida sobre ella.
Un gran eco.
Escena 1:
(Maria entra a la habitación, respira profundamente, se toma su brazo izquierdo, mira a su alrededor, abre su diario, se acomoda su falda de flores que le heredó su abuela, suspira).
En la portada de ese diario: ” Cartas que nunca se entregaron”
Contenido de la primera carta.
A Alejandro, el narcisista.
Nunca se había escuchado una historia tan particular como la de nosotros.
Nunca se había cimbrado en mí este sentimiento de alienación personalizado.
Jamás había sacrificado tantas lágrimas por alguien en un solo episodio.
“Jamás podrán igualar nuestra historia. No, eso no pasará. No ahora, no jamás.” Palabras que se convirtieron en patrones después de tu partida. Tal vez en dogmas.
Y después de ello yo seguía pensándote, observándote en sueños, construyéndote cualidades, desapareciendo defectos, zurciendo dolorosas realidades, pisando sobre nubes, ganando batallas, rompiendo treguas, desapareciendo y aprendiendo: todo en una bocanada. Esa bocanada que con tus atinadas ausencias, se convirtió en estertor.
Y hasta ahora me doy cuenta que fue lo mejor. Nos salvaste de tener una vida llana, con tonos sepias y grises, marrones, nublados, dispuestos a abrumarnos y a verme caer.
Cómo te quise y cuánto me costó.
Todo mi tiempo en ti invertido,¿en dónde quedó?
Fin de la escena.
Fotografía: Yuli Sato
Tengo pecas.