Hijos de la noche

Sonaba Stirb nicht vor mir y la imagen de Nosferatu me recordaba aquella madrugada en que con tus largos dedos blancos tocaste mi ser.

Tu respirar blandía mi boca temerosa de vulnerar aquel instante silencioso que nos veía desearnos sin atrevernos a dar un paso más. Linda vista aquella que bajando las escaleras tenía al costado del sofá, de frente al espejo de tus ojos de aceituna, cual manjar para mis labios, que te deseaban más allá de toda existencia. Pero ¿cómo darte más de lo que tanto temías?

Ya no eras un hermano, eras un amor.

Ya no entendía si tu existencia era parte de mi imaginación o si en realidad rodeabas mis amaneceres en compañía de tu soledad.

Fue un clásico amanecer de domingo, tu alma y la mía salieron de la cueva a bañarse por un momento de sol. El cielo azul daba miedo por semejante perfección, nos miraba con envidia y se reía de nuestra carencia de valor para seducir.

Todo sentimiento tirado a la basura por no entender cómo amarte. Eras tan especial… tan frágil que temía romperte con solo mirarte. Tuve miedo. Tuve mucho miedo.

No quiero que mueras antes que yo.

Fotografía: ourutopia