Capilarmente nuestros ideales se juntan como dos moléculas de agua, rompen toda ley química que existe como si fuéramos dos gases que al entrar a la atmósfera terrestre pasamos de un estado a otro con la incertidumbre de que nuestros átomos formen una conexión que vaya más allá de lo que se pudiera describir en el libro de química de Chang.
Hoy quise compararnos con el agua, y sabes porque, por que básicamente el agua es algo primordial para vivir, sin ella la vida simplemente se esfumaría del universo, y tengo el sabor de boca de que es lo mismo que sucede con el amor (así digan que hormonalmente el amor son secreciones de nuestra pituitaria).
Las moléculas de agua que forma nuestros cuerpos viajaron por millones de kilómetros durante millones de años hasta que en algún momento, en algún eón estas moléculas poco a poco fueron formando los océanos, después pasaron a ser una pequeña parte de aquellas bacterias que comenzaron la vida en este planeta, fue un viaje largo el que esa pequeña molécula de agua tuvo que hacer, paso por meteoritos, glaciaciones, guerras, crisis económicas, terremotos, erupciones volcánicas hasta llegar a formar parte de tu anatomía, quiero pensar yo que esa molécula de agua a la cual yo estoy tratando de sacar su biografía forma parte de tu ciclo de creps, que en algún punto de la vida formara parte de la hidratación cerebral que tienes que completar en tu día a día para así esa molécula de agua le pueda dar un empuje a aquellas hormonas de la felicidad que hacen que ilumine tu rostro justo en el momento en que me ves.
Esa molécula insignificante y antigua de agua que ahora se estanca en tu boca formando esa dulce saliva que intercambiamos es aquellos apasionados besos de nuestra habitación, esa molécula de hidrógeno y oxigeno que al entrar en mí, se transforma en transpiración de mi cuerpo al entrar en ese vaivén de tu caderas con la mía, que va a dar a nuestras sabanas dejando solo esa humedad palpable que dentro de poco se tendrá que ir por esa cañería revuelta con detergente y emergerá después de otro largo viaje entre esas cloacas que parecen ser más las catacumbas de todas aquellas historias eonicas de tanta gente que rodea la urbe y que sin darse cuenta ya ha sido parte de esta biografía que comenzó justamente en el momento en que algunos pedazos de polvo y roca no pudieron completar su transformación en algún planeta e hicieron su viaje estelar hasta chocar con esa roca caliente a la que llamamos hogar y formo aquellos antiguos océanos que le fueron dando forma a nuestro particular ecosistema.
El agua es la única sustancia química que al congelarse se expande, así como nuestro amor se expande cuando arde, y que tiene esto que ver, pues que lo que arde quema y el hielo como el amor queman y se expande, vaya manera de ver esto. Siendo tan simple y a la vez tan rara es el agua así como lo es el amor. Que el agua hirviendo se congela más rápido que el agua fría y es así como a veces hay pasiones tan inmensas que solo duran una noche, que son efímeras y precoces; las moléculas de agua tal como nosotros son capaces de ir contra la fuerza de gravedad, ir de abajo hacia arriba para mantenerse unidas así como nuestros nutrientes y nuestro oxigeno llegan a nuestro cerebro y podamos estar llevándonos en nuestro subconsciente en cada paso que damos. Para finalizar solo hay una cosa en la que el agua no se parece al amor que nos posee, y es que el agua es incolora, insonora e inolora, y nuestras emociones no lo son, ellas le dan sabor a los sonidos, sonido a los colores y color a los sabores. Así es como una molécula viajo millones de años para fulminar en una pasión llamada “nuestra historia de pasión”.
Fotografía por Sakis Dazanis
Perpetuo, inefable y efímero individuo. Lo se, siempre contradigo mis aspectos, pero me gusta ser así.