¿En qué piezas o proyectos has estado trabajando últimamente?
Este año estoy trabajando en Festín, una exhibición colectiva en la que se invitan a artistas contemporáneas a explorar el amor, el deseo y la comida desde una mirada femenina. El proyecto y concepto parte de un antiguo recetario afrodisíaco para celebrar la sensualidad de lo cotidiano y la potencia simbólica de los alimentos como portales hacia el placer, la conexión emocional y la espiritualidad. Para mí, fue también una manera de continuar investigando cómo lo doméstico, lo ritual y lo corporal se entrelazan en experiencias femeninas que han sido históricamente invisibilizadas. La primera se presentó en Daniela Elbahara Galería en CDMX, y la segunda edición será en Arde Arte, MTY en noviembre. La exhibición reúne obra escultórica, pictórica, fotográfica entre otras disciplinas.

¿Qué aprendiste (o desaprendiste) mientras trabajabas en ello?
Festín me llevó a desaprender la idea de la comida únicamente como sustento y a reconocerla como un lenguaje cargado de deseo, memoria y poder. Aprendí que los alimentos pueden funcionar como símbolos de resistencia y como una forma de narrar la experiencia femenina desde lugares más íntimos y sensoriales. También me recordó que la magia y el erotismo habitan en lo cotidiano, en pequeños gestos y rituales que solemos pasar por alto.

¿Qué palabras, ideas o emociones te rondaban la cabeza?
Durante el proceso me acompañaron palabras como deseo, ritual, intimidad y resistencia. Estaba muy presente la idea de que el placer y el gozo no solo son experiencias individuales, sino también colectivas y políticas. La emoción dominante fue una mezcla de fascinación y gratitud, por redescubrir en los alimentos, especialmente en las frutas una nueva fuente de símbolos tan poderosa y por poder compartir ese viaje con otras artistas y con el público.

¿Hubo alguna conversación, película, música o libro que se haya colado en ese trabajo? 
Libro: Aphrodisiac Cookery: Ancient & Modern by Greg & Beverly Frazier. En las obras que desarrollé para la primer muestra también me inspire en la película Maria Antonieta de Sofia Coppola, los banquetes y la luz es hermosa en las tomas de atardecer. 

¿Qué fue lo más difícil que has enfrentado últimamente en tu proceso creativo?
El mayor reto este año ha sido sostener la creatividad en medio del dolor que atraviesa el mundo. Me conmueve profundamente la guerra y, en particular, la hambruna provocada en Gaza, donde se niega el derecho más básico: la alimentación, afectando de manera brutal a mujeres y niños. Trabajar en proyectos que celebran lo femenino,  la comida, el deseo y el gozo me confrontó con esa realidad dolorosa, pero también me llevó a reflexionar sobre la fuerza y la resistencia que existen en los alimentos. La comida no solo es sustento, también es símbolo de dignidad, de memoria y de vida. Esa tensión entre placer y carencia, entre abundancia y hambre, ha marcado mi proceso creativo de manera muy profunda.

¿Cuál es tu restaurante favorito y qué nos recomiendas pedir? 
En Monterrey: Yama-to – Paquete 16: Sunomono mixto con sopa misoshiru.
En Guadalajara: Suehiro – bbq ribs.

Si este mes tu vida fuera una película, ¿qué título tendría y quién haría el soundtrack? 
Bloody October, soundtrack por Sholto, álbum The Changing Tides of Dreams

Recomiéndanos uno o más artistas que sigas, que te inspiren, y dinos qué es lo que más te gusta de su trabajo o de su forma de trabajar. 
Me inspiran profundamente artistas como Mariko Mori, cuya obra explora preguntas universales sobre la vida, la muerte, la espiritualidad y la tecnología. Admiro la manera en que conecta lo ancestral con lo futurista, creando universos visuales que parecen suspendidos entre lo terrenal y lo cósmico. 

Pixy Liao me interesa cómo cuestiona los modelos tradicionales de las relaciones heterosexuales. Su trabajo me inspira porque coloca en el centro lo íntimo y lo personal, pero desde una perspectiva crítica, desafiando las estructuras de poder que atraviesan lo amoroso y lo cotidiano. 

Dominique Fung es otra artista que admiro por su forma de recuperar memorias e historias invisibilizadas, dándoles nuevos significados a través de objetos y símbolos que carga de vida. 

Juno Calypso, con su capacidad de construir mundos fotográficos híper estilizados que cuestionan la construcción de la feminidad. Sus autorretratos me parecen potentes porque mezclan humor, incomodidad y belleza, generando un espacio crítico sobre la soledad, la intimidad y la auto-imagen.

En todas ellas encuentro un espejo de intereses que atraviesan también mi práctica: lo femenino, lo íntimo, lo simbólico y lo ritual, siempre desde un lugar crítico y transformador.