Llegué al depa y vi a Liliana llorando en el sofá, no le quiero preguntar qué pasa porque me vale madre, pero pienso en que probablemente yo sería la única persona que puede preguntar.
Ella no tiene amigos, es foránea, ve a su familia una vez por mes y pues bueno, su novio no es el más atento del mundo, le habla cada que se acuerda de ella.
Así que le dije: -«Y ahora tú qué traes, ¿estás bien?»-
Liliana volteo con el rostro hecho mierda, le escurrían los mocos y de las lágrimas ni hablamos, se me aventó a los brazos y comenzó a llorar más fuerte.
-chale, no le hubiera preguntado nada- me dije a mi misma mientras tenía a esta chica entre mis brazos.
Lili no hablaba y yo no insistía, después de unos minutos comenzó a decirme entre lágrimas que había visto a su novio Daniel con otra chica.
Sentí feo, no me gustaría estar en su lugar, su relación era superior a un año, no es mucho tiempo, pero estar con un imbécil pesa. Así que la verdad me sentí mal pensando en todo su tiempo perdido.
-«No sé qué decirte Lili, sabes que no te conviene hacerme hablar sobre estas cosas porque me voy como hilo de media»-. Le dije mientras le limpiaba las lágrimas.
Me miró fijamente y siguió llorando, se sentó en el sofá y comenzó a llorar peor. Después de unos minutos me dijo que había ido a casa de su novio sin avisar y que cuando entró escuchó gemidos, de inmediato supo que algo no iba bien.
Cuando subió las escaleras entró a la habitación y se dio cuenta de que en efecto su novio se estaba tirando a alguien más.
Liliana me cuenta que en ese momento sintió como su sangre se fue hasta sus pies, dice que nunca se había sentido así.
-«Solo me di la vuelta y salí corriendo de la casa, Daniel iba sin ropa detrás de mí, se detuvo en su puerta»- . Dijo.
Yo volví a decir chale, no quería decirle que todos sabíamos que su novio la estaba engañando. No quiero ser yo la que siempre de las malas noticias.
Como la vez que habló su mamá al depa para avisar que su abuela había fallecido. Ese día le dije a Liliana: -«Oye, hablo tu jefa, dijo que tu abuela Carmen se murió, que si vas al rancho le avises»-.
Ahora que lo pienso no tengo tacto, a mi ese pedo no se me da por más que me esfuerce.
En fin, le dije a Liliana que no valía la pena llorar, ni sentirse miserable por haberlo “perdido”, pero que si quería llorar todo el tiempo y deprimirse estaba en todo su derecho.
-«Chance y con esto ya dejas de comer un chingo, vas al gym y de pasada dejas de robarte mi comida del refrigerador»-. Le dije entre risas para que pareciera que no lo decía en serio.
Ella, solo se río y me dijo que yo era su mejor amiga, me saqué de onda, yo no he hecho nada más que echarle carrilla en todo este tiempo.
Pero equis, saqué una chela del refrigerador y me fui a mi cuarto gustosa porque al final de todo pude contenerme y evité decirle a Liliana que en efecto todo mundo sabía que su novio la engañaba y con quién. ¿Quién es la cruel ahora? Porque yo no.
Por cierto Lili, si lees esto, no eres tú, es otra Liliana que solía vivir conmigo.
Fotografía por Martin Canova
La vida es una constante de desgracias, siéntate a leer.