4:26 de la mañana.
El insomnio me atormenta como cada noche. Las madrugada es fría, la ventana está empañada, del lado derecho de la cama observo un vaso de whisky vacío y el reloj sigue su temporalidad, vaya temporalidad que atormenta a muchos y embellece a pocos. Del lado izquierdo estás tu, con tu espalda tersa, blanca y desnuda. Tus tatuajes le dan un inmenso contraste al lienzo que es tu cuerpo. No te imaginas la intensa felicidad que renace en cada palpitar al sentir tu aroma, al saberte mía, al saber que has desnudado tu alma. La satisfacción es plena, has llorado contándole tu vida a un triste individuo que está en guerra con morfeo. La noche no me deja ver tintineo de las estrellas, esos bellos soles a millones de kilómetros de distancia, unos probablemente moribundos y otros que ya no existen, es el único momento en que un mortal puede ver el pasado en el presente. Tu respiración me hace imaginar que tú estás tranquila, que te desahogaste de toda esa carga que llevabas en tu hermoso ser. Es ahí dónde comienza mi gran labor, ya cansado de contar ovejas y estrellas comienzo a contar tus lunares, y me imagino que cada uno de ellos son como cicatrices que cuentan su propia historia, que son como soles iluminando la habitación, necesito un cigarro, pero no quiero camuflar tu aroma. Atrincheró mi cabeza en mi almohada y comienzo mi conteo desde los lunares de tu brazo. Te mueves un poco para acomodarte. Y cierro los ojos, no quiero que te encuentres con este individuo despierto, pero no despiertas, estás exhausta, estás abatida. Abro los ojos y subo a tu hombro, le doy un suave beso, un beso que te haga saber que estás protegida. Vuelvo a observar el reloj y ya los minutos pasaron, esos intrusos minutos, quisiera ganarles las batallas y detener el tiempo, volver perpetuos nuestros encuentros, nada casuales y con la violenta idea de que en algún momento se vuelvan formales. En mi cabeza mantengo el conteo, no quiero perder el conteo. Tengo revueltas las ideas acerca del mundo, se está cayendo a pedazos, pero en mi habitación todo es paz, tú armas un mundo nuevo con cada visita, con cada palabra. ¿Estarás soñando conmigo? Vaya pregunta, espero que por momentos mi imagen te visite en tus madrugadas. Pasó a tu cuello, dos lunares hermosos lo decoran como si fueran un par de perlas que cualquier mujer llevaría con ahínco. Una lágrima comienza su travesía por mi mejilla, estoy feliz, este individuo que en algún momento estuvo hecho añicos se encuentra explorando un universo nuevo, un universo con nombre y apellido, que a pesar de haber sido explorado en el pasado, para mi es algo increíble, algo inexplorado, tal vez tus astronautas del pasado no se adentraron en ver tus soles como yo. Demonios… ha sonado el despertador, ya es hora de salir de nuestra habitación, la lluvia cesó, los primeros rayos del sol se comienzan a asomar entre las nubes, abres tus ojos me ves y sonríes, 10 minutos más son tus primeras melodiosas palabras, te doy un beso en la frente (es mi vicio hacerlo cada mañana), prepárate el café te contesto con picardía, me tomas la mano y me sonríes, esa sonrisa que me hace balbucear y dudar de la realidad. Me voy a la cocina y enciendo la cafetera. Enciendo la televisión y la mujer del estado del tiempo menciona con su voz de incredibilidad. Este día tendremos un hermoso sol. Dentro de mi mente yo solo digo:
-Pobre ignorante, esta noche yo tuve cientos de soles en mi habitación.
Sales de la habitación con esa camisa mía qué tanto te gusta, me abrazas por la espalda y me dices al oído, jamás acabarás de contar mis lunares…
Y yo te contesto con timidez:
-Ese es el plan, que jamás acabé para que jamás te vayas.
Fotografía: subway rat
Perpetuo, inefable y efímero individuo. Lo se, siempre contradigo mis aspectos, pero me gusta ser así.