¿En qué piezas o proyectos has estado trabajando últimamente?
Mi práctica visual se basa en mirar lo que no se ve a primera vista; en lo que casi nadie se detiene a ver. Donde no se espera. Con mis fotografías intento retratar estas sorpresas inesperadas. De lejos, la imagen puede parecer un todo, pero si te acercas y observas detalladamente, se convierten en mezclas de texturas, luces y sombras, colores, y por ende, sensaciones. Esta búsqueda de sensaciones sin darme cuenta también la llevé a una escala diferente, no quisiera decir escala física, porque no me gusta reducir la Arquitectura simplemente a la construcción.


Durante los últimos dos años he estado trabajando en una investigación que prefiero dejar sin etiqueta, pero está completamente relacionada a la arquitectura en todas sus dimensiones: espacial, emocional, temporal y existencial. Está dividida en seis partes: unas muy personales, otras más académicas y otras más filosóficas. La primera la nombré Entre el lugar y la ausencia pensando en los espacios de los que me he podido apropiar o desapropiar. Un fragmento:
Hablando de los lugares donde pertenecemos, como personas contemporáneas parecemos siempre estar en un constante “¿será aquí mi lugar?”. En especial porque solemos adjudicarles, casi de manera inconsciente, el papel de la construcción de quiénes somos a los lugares donde nos desenvolvemos a lo largo de la vida. Queremos pertenecer a espacios con significado y, aun así, muchxs de nosotrxs no tenemos ese sentido de pertenencia que buscamos. Lo que tenemos y conocemos puede sentirse como un vacío, una falta de un algo. Quizás este fenómeno o esta carencia se deba a la explotación y la inmediatez en la que vivimos actualmente. Habitamos desde la duda y la prueba constante. No vivimos un arraigo estable, sino una presencia que va y viene: probamos, comparamos, cambiamos, ajustamos. Analizamos si los lugares nos quedan, nos cuidan, nos reconocen. Esa búsqueda (más que quedarnos quietxs y ya está) es ya una forma de habitar. “¿Será aquí mi lugar?” no es solo una duda personal, sino una forma contemporánea de estar en el mundo: un elegir y ajustar constantemente. Esta falta de pertenencia nos obliga a buscar respuestas en la memoria, en los espacios que alguna vez sentimos como nuestros. Pero, ¿qué sucede cuando incluso los lugares que se supone debían contenernos, se transforman y se vuelven ajenos? En mi caso, pienso en la casa en donde nací.

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Hoy la casa sigue en pie, pero ya no es la misma. Ahora es ocupada/usada/habitada desde una relación diferente que quizás prioriza otras necesidades o emociones. Nuestra vida ahí se diluyó con el tiempo, transformándose en algo que ya no reconozco como mío. El espacio dejó de resonar con mi identidad (porque no puedo hablar por mis hermanas ni por mi mamá), a pesar de que la luz sigue entrando por las mismas ventanas, y el bosque solo ha crecido para abrazar la casa cada vez más. Y aunque una parte de mi sabe que ahí crecí, que ahí es el primer lugar donde encontré mi sentido de pertenencia, ahora es un espacio desconocido. La casa nos proporcionaba refugio no sólo físico sino también psicológico. Aún me pregunto si la casa también sintió nuestra ausencia cuando nos fuimos. ¿Disfrutaba las mañanas de la misma manera? ¿disfrutaba del silencio, del vacío? ¿se acostumbró a estar sola? Estas preguntas abren la discusión de que quizás los lugares no sean solo espacios pasivos simplemente con potencial de contener. También pueden habitar junto con nosotrxs. Heidegger ya sugería que el habitar en sí, es una relación de cuidado, una correspondencia entre el ser humano y el lugar. Pensar la casa como un sujeto no es, entonces, un gesto ingenuo, sino una forma de reconocer que los espacios están marcados por una memoria que se activa con nuestra presencia y se transforma con nuestra ausencia. Me conmueve pensar que al irnos, la casa también experimentó una forma de duelo. Como si de alguna manera necesitara de nuestra presencia para completar su propio sentido. ¿Será que los espacios existen plenamente sólo cuando alguien los habita?
En esta casa que ya no visito, queda la pregunta de qué significa realmente habitar. ¿Es el espacio físico lo que define un hogar, o son las historias y las emociones que depositamos en él? Como bell hooks escribe: “el hogar es ese lugar donde podemos sanar, donde podemos volvernos completos”. Pero, ¿qué pasa cuando ese lugar ya no nos reconoce, o cuando nosotrxs dejamos de reconocerlo? Este texto es un intento de contestar estas preguntas. Es mi manera de explorar cómo los espacios que alguna vez nos pertenecieron pueden volverse extraños, de cómo el habitar va mucho más allá de las paredes y los techos, y cómo seguimos buscando pertenecer, incluso cuando no sabemos dónde hacerlo.


¿Qué aprendiste (o desaprendiste) mientras trabajabas en ello?
Al final de este recorrido, me regresé a una serie de preguntas que me surgieron al principio de este proceso y que siguen resonando con fuerza, como: ¿A qué podemos llamar realmente arquitectura? Si la respuesta fuera tan simple como “cualquier espacio habitable”, ¿qué hace entonces que un espacio sea habitable? Me parece urgente pensar en Arquitecturas que se adecuen a nuevas necesidades, que escuchen y abracen las transformaciones emocionales y sociales que estamos experimentando.
Si bien muchas de las preguntas iniciales siguen sin respuestas, me doy cuenta de que el proceso de trabajo e investigación que he llevado a cabo me ha abierto más preguntas que respuestas definitivas. Las respuestas que buscaba se han transformado en más inquietudes y nuevas formas de abordar lo que significa habitar. Esto me permite ver que, de alguna manera, he logrado expandir los límites de mi imaginación. Y solo por eso, estoy infinitamente agradecida.


¿Qué palabras, ideas o emociones te rondaban la cabeza?
imaginación memoria tiempo transformación percepción incomodidad asombro cuerpo conciencia inconsciencia identidad

¿Hubo alguna conversación, película, música o libro que se haya colado en ese trabajo?
Mucho. De todo. Escritos de arquitectura y fenomenológia, como “La Poética del Espacio” de Bachelard. Las pinturas monumentales de Barnett Newman, o las manchas pequeñitas que salpicas al limpiar un pincel. Novelas como “It lasts forever and then it’s over” de Anne de Marcken, la cual empecé a leer solo para pasar el rato y terminé analizando demasiado la parte fenomenológica de lo errante, por no decir zombie. Una película en específico que menciono en el texto es “20,000 Especies de Abejas” de Estibaliz Urresola. Música de Liszt, Melanie de Biasio, Pink Floyd, Saâda Bonaire. Meditar. Salir al mundo por días, encerrarme otros más. Fijarme en puertas, sillas, tenedores, flores, zapatos. ¿Qué tipo de zapatos usa la gente? ¿Por qué decidiste ponerte tres aretes y no dos? ¿Qué te hace sentir? ¿Qué me hace sentir? Básicamente todo fue un intento de entender qué sienten lxs demás a través de lo que siento yo, y me di cuenta que únicamente puedo tener la certeza de lo que siento yo. Y está bien.


Recomiéndanos algún artista que sigas, que te inspire, y dinos qué es lo que más te gusta de su trabajo o de su forma de trabajar.
Hace poco una amiga me regaló un libro de la fotógrafa Francesca Woodman, y siento que ha sido de los regalos más atinados. Su obra es un perfecto equilibrio entre la delicadeza y lo incómodo. La manera en la que retrata un sentir me parece increíble.

Soy fotógrafa, arquitecta y diseñadora, viviendo y creando en la CDMX. Mi trabajo nace de un profundo interés por las dimensiones emocionales y estéticas del espacio. Me impulsa la exploración de los detalles que dan forma a la vida cotidiana —los pequeños matices que definen nuestra manera de sentir y de estar en el mundo.
