Camino sin rumbo fijo y con un agujero en el zapato, me he perdido tantas veces en este monstruo de concreto, siento que lo conozco mejor que mi rostro. Intento mirarme en el espejo de cualquier automóvil, pero soy invisible, soy invisible para la Ciudad. No tengo rostro, no tengo cuerpo, no tengo ilusión o tal vez la perdí en alguna banqueta.
¿Qué sucedió con mis recuerdos? creo que los intercambie por un futuro incierto o los olvide en algún parque, jajaja me he caído tantas veces desde distintas alturas y columpios, tanto que aprendí a lamer mis heridas.
Dicen que soy libre pero no puedo comprender esa palabra que tanto me ha condicionado a no ser nada, a ser todo, a no pertenecer a algún lugar, pero tampoco me preocupa mucho, porque me gusta creer que soy yo mi hogar, mi propia casa. Casa que puedo tirar y construir de mil formas, tal vez a veces solo necesitamos un poco firmamento y un cachito de cielo para sobrevivir a pata. Y bueno, me han quitado tantas veces la voz que aprendí a ladrar.
Fotografía por Nastya Pestrikova
Artista visual interdisciplinaria, mujer periférica.
Escritora de microficciones, reseñas, entrevistas y guiones cinematográficos.
Coleccionista de ojeras, me gusta quebrar algo en el día.