Encuentro entre universos

En algún punto, la señorita Z conoce al caballero F. Como dos neutrones, cada uno con vibraciones distintas, hay atracción.

Por alguna extraña razón, la energía de ambos los lleva al encuentro. El maravilloso misterio de encontrarse provenientes de caminos diferentes, de eventualidades y elecciones tan distintas que al final de todo, los ha traído justo a este momento.

¿Acaso no eran del todo distintos? Esa mañana de noviembre son presentados y, tal como dos aves lejanas se observan en el firmamento, pasan desapercibidos.

Las conexiones invisibles de la vida los unen. Al inicio unas cuantas palabras intercambian, siendo cada vez más frecuentes y la conversación más profunda. Los días, las semanas y los meses corren hasta formar un nidito en sus manos.

El ocaso los encuentra entre risas, bebidas y amigos, lugares en común de un tiempo específico. ¿Recordarán esa primera mirada? Ambos reconocen que el magnetismo entre sus cuerpos es inevitable.

La noche se convierte en tardes, las tardes en mañanas, en jueves y fines de semana, domingos y martes, no hay diferencia en el calendario. Son conscientes de una verdad y una sola: si el destino no los quiere juntos, por qué acercarse así, por qué el fuego es el invitado habitual.

Surge el encuentro entre universos, con los anillos de sus planetas gozando y las estrellas colisionando. Millones de partículas en nebulosas, en soles gigantes que incendian todo alrededor.

El mundo vive una pandemia y ellos viven lo que les queda por vivir, disfrutan lo que tengan que ser, de juegos y danzas. La distancia los acompaña, los abraza y solo sirve para recordarles que quizá mañana dejen de existir, las aves dejarán de volar, los niños no despertarán, las madres y padres por fin descansarán.

Nada permanecerá, excepto quizá el ligero recuerdo de su sonrisa, de su sabor y esencia en sus bocas. De la mirada precisa del caballero F reflejada en los ojos oceánicos de la señorita Z.

Pero si el mundo sobrevive, como realmente será, se adaptarán, ambos, el planeta y ellos. La construcción de su propia tonalidad, de su espacio en conjunto, con caricias y miradas, sonrisas y palabras, susurros y latidos; todo quedará en la repisa de las memorias personales.

La vida cotidiana tomará lugar donde antes hubo un acercamiento inusual, porque es cierto que nada será igual, las rutinas cambiarán, así como los empleos y la modernidad. La superficie se derretirá y los corazones tomaran vuelo como las golondrinas de invierno.

Quedará el recuerdo de un espacio en este universo y en el de cada uno de ellos, de tales encuentros, de esos juegos de azar y magia. Porque hay cosas que están destinadas a no ser, solo a transitar. Habrán comprendido que son esas piezas pequeñas las que conforman, a gran vista, el bellísimo misterio de la vida.

Fotografía por asketoner