Encuentro al sol de Julio

Se dio cuenta así del porqué de esa melancolía, tenía el amuleto de no llegar nunca a tiempo, siempre a destiempo.

A sus ojos era una chica más, pero para sí misma él era el viaje. Resulta que él lo había emprendido hace mucho, con la maleta ya sin espacio.

En aquel atardecer, ella estaba frente a él, a destiempo y con las flores creciendo de su pelo, pero él no la veía.

Comprendió que lo único que sí podía llegar a tiempo era el encuentro con ella, sin equipajes pesados o quimeras.

Ahí estaban las flores creciendo de su pelo, los ojos de oso negro y la boca dorada de mar. Ese momento era el único que estaba a tiempo.

Fotografía: mosthvost