Debido a que sé que usted puede o no estar asqueado, confundido, feliz, triste, asombrado, enojado, defraudado, vivo, muerto, con ganas de orinar, riendo, azul, verde, rosa, hoy, allá o mañana, he de dejar aquí algunas palabritas que alumbren un poco la luz con la oscuridad. La tremenda capacidad de destrucción del orden moral establecido que nos fue otorgada por el movimiento artístico DADA, que nació a la vez que murió a la vez que prevaleció hace aproximadamente cien años (1916-1922), es hoy un fantasma que se manifiesta hoy aquí con un egoísmo incomprendido que se pasea por los ojos y las mentes de quienes puedan y no puedan verlo como tal. DADA, que es nada, y yo, desde mi propia condición, encontré en sus ojos los míos. Entonces me los cercené con la certeza de la incertidumbre. Entonces, ¿para qué hago esto? Intentar explicar DADA. Simplemente imbécil. Tratar de llevarlo a la mente consciente es asesinarlo. No escribir sobre el dada es definir el dada, lo cual es un error. A pesar de que no sé lo que digo, he de clamar la desaparición absoluta. Clamo lo nuestro: oscuridad y sabiduría. Frío y caliente. Alegría y melancolía. Otredad; tos, tez, té; la infección continúa, si no, entonces ¿cómo sigo escribiendo que leo que escribo que leo sin la más mínima claridad? Otra vez, otredad; maullido tras maullido. Fíjese, lector, que estuve pensando mucho en pensar nada. Esto es de lo que hablaré cuando tenga que hablarse. Explorar la no-sé-qué de la simbología contemporánea. De igual manera, nos vamos acabando cada instante. Más. Más. Lloraré por esto. Risas. He de clamar la purificación absoluta a través del silencio infinito de la contemplación eterna. ¿Sí? No nos tomemos tan en serio estas cosas. Podemos volver al principio, suponiendo que esto es posible, y desde allí deconstruir lenta y minuciosamente el proceso lógico de querer entender la cotidianidad como una contrariedad etérea. Elegí la más ridícula gloria para mostrar con un respiro la libertad más ridícula, quizá la única. Pero qué sé yo de libertades. ¿Sabe usted? Mi propuesta es muy simple: nada. Aunque he de decir con orgulloso fanfarreo irreverente: – Solve et Coagula -. Sí, los alquimistas tenían o tienen o tendrán la razón. Sí. Hemos de destruirnos incluso nosotros mismos para volver a construirnos, pero no como el ave fénix, cuya gloria aérea crea una atadura hacia los aires que aunque parezca que es libre, no lo es, porque esta atadura está allí no porque yo lo diga sino porque allí está. De esta gloria de ocultismo, entonces, puedo decir que no entiendo ni un carajo. Pero no hay que tomarse estas cosas tan en serio. Podemos hacer llorar a la muerte, colocar nuestras manos en el cielo y arrancarle pedazos y después meterlas en el infierno y acariciarnos a nosotros mismos. Como ya se ha dicho, no acepto ni niego nada. Hemos de bailar, pues, mientras tengamos una idea de qué es el baile. O si no, sangrar. Como conclusión, pues, esto es lo que la obra dadaísta puede ofrecer: SZklap¨ Peijdhf, ameyederku al chk errt Pfatzankía.
Mil disculpas.
“Escupir como una cascada luminosa el pensamiento chocante o amoroso, o mimarlo – con la viva satisfacción de que da igual – con la misma intensidad en el zarzal, puro de insectos para la sangre bien nacida, y dorada de cuerpos de arcángeles, de su alma. Libertad: DADA DADA DADA, aullido de los dolores crispados, entrelazamiento de los contrarios y de todas las contradicciones, de los grotescos, de las inconsecuencias: LA VIDA.” -Tristan Tzara
Fotografía por André van Tonder
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