El café de Dios

Una mañana, como cualquier otra, nuestra madre invitó a una de sus amigas: Marta, una señora muy parecida, eso decía mamá. O sea, que ocupaba un estatus alto, que era esposa de no sé qué político. La realidad es que no me importaba, yo debía tener unos 12 años sino es que menos, el chiste es que cuando llegó Marta yo estaba jugando con mis muñecos de lucha, esos que están todos tiesos.

Bueno, el punto es que la señora me preguntó porqué jugaba eso, que era muy violento hacer que los monitos se golpearan, yo respondí que sólo eran luchitas, que eso pasaba en la triple A, donde salía La Parca, Místico, Cibernético, le dije más nombres.

Nuestra madre entró en ese momento con las tasas de agua, pa’l café y una taza de leche para mí. De repente en lo que trascurría la plática se pusieron a hablar sobre Dios, que yo necesitaba hacer la primera comunión, que por eso jugaba así con mis monitos; mi mamá, toda crédula, hizo que me acercara al lugar de la señora, ella me preguntó que sí creía en Dios, yo con mis monitos en la mano y sin saber que responderle comencé a llorar, pensé que había hecho algo malo, como si me estuvieran regañando. ¿Creo en Dios? Me puse a pensar como veinte veces en menos de dos minutos, lloré mucho tiempo.

Después de aquel evento, mi madre me llevó a hacer mi primera comunión, que porque había llorado cuando me preguntaron por Dios y que tenía el diablo por dentro. Eso me asustó más, pensar que era el verdadero demonio. Sólo por jugar luchitas con mis muñecos.

La verdad es que te cuento esto porque nadie sabía porque soy el único que tiene la primera comunión en la familia, toda la culpa la tiene la Sr. Marta, una señora muy persignada. Realmente viví mucho tiempo pensando que era el Diablo, y por las noches lloraba, es como si me hubiera agarrado a chingadazos con Dios y me hubiera ganado.

Fotografía por zrdyzrdy.