Me desparramé y me volví liquido, me anduve escurriendo por todos tus rincones. Me sentía como aquellos sujetos de aire, conectados a un motor que los inflaba y los hacía bailar, aquellos que están afuera de las automotrices.
Magma, gelatina, plasma, agua, mas viscosa y pegajosa: asfixiándote, quemándote.
Me desparramé y por tu espalda yo goteaba. Me derretías y yo impertinente te seguía, te colgaba de las manos y de las corvas y de las rodillas.
Me disgregué, me disolví y cuando te fuiste; me desmoroné, me desgajé como un cerro. Me dejaste derretida, bien derretida y embarrada en el piso. No te escurrí mas, no te gotee más, no te colgué mas. Embarraste mis residuos de tus dedos en la pared y enjuagaste mis sobras de tus cabellos. Mi charco en el piso; lo saltaste rumbo a la puerta, saliste y no me barriste ni trapeaste. Me dejaste desparramada en el suelo.
Fotografía: Cristina Rizzi Guelfi
Muchacha de colores y zapatos cómodos para bailar. De boca impertinente, temerosa y tartamuda. Cabellos necios y chamuscados. Nunca musa.