Una silueta a lo lejos, es todo lo que logro percibir, una delgada figura que se acerca paso a paso, con movimientos sutiles e intensos que aceleran a mi corazón, crean un escalofrío de adrenalina a lo largo de toda mi espalda y en mis piernas siento un tambaleo, como si estuviera a punto de un desmayo. Pareciera ser que por mis venas corre alguna droga o algún veneno del cual no puedo sanarme. No entiendo como es posible sentir intimidación y extasis justo en el mismo instante, el cual aumenta exponencialmente a cada centímetro menos de distancia. La imagen se aclara y reconozco sus ojos color miel, que por debajo están cubiertos por una sábana de pecas suaves a penas visibles, y por encima un par de cejas robustas que resaltaban cual espuma de mar con su piel apiñonada.
Un segundo bastó para caer en la seducción de sus labios gruesos, que al clavar sus dientes en ellos mientras jugaba con su suave cabello castaño, me miraba fijamente dejándome inmóvil, congelado por la frialdad de su alma pero también ardiendo al compás de su cuerpo, como si fuera la temible y cruel Medusa portando la belleza y el erotismo de Afrodita.
Mientras la admiraba y la deseaba, solo podía desear que ella fuera real y que al despertar de mi sueño, al alejarme de los brazos de Morfeo, fuera ella quien estuviera a mi lado y no una simple almohada tomando forma de mi fantasía.
Fotografía por Martin Canova