Cucurucho

¿Cómo nació este local y qué lo hizo diferente desde el principio?
Cucurucho nació como un proyecto familiar que se transformó en una plataforma creativa. Su origen se remonta a la cafetería que fundó mi abuelo en 1977 bajo el nombre La Confianza, que después evolucionó en 2010 hacia lo que hoy conocemos como Cucurucho. Desde el inicio, lo que nos hizo diferentes fue entender el café como un lenguaje cultural y no solo como un producto. En nuestras barras se cruzan la técnica italiana del espresso, la precisión japonesa en el filtrado y la hospitalidad mexicana. Esa mezcla nos convirtió en un punto de encuentro para quienes buscan algo más que “un café”: buscan una experiencia.

¿Qué parte del día, del espacio o del proceso creativo disfrutan más quienes trabajan aquí?
La mañana, cuando el espacio se llena de aromas de tostado fresco y la barra comienza a cobrar vida, es un momento especial. Para el equipo, lo más inspirador es el proceso creativo de transformar granos en experiencias: elegir cafés de origen, medir, probar, ajustar y, al final, compartir con los clientes una taza que cuenta una historia. Ese ritual cotidiano es lo que más disfrutan.

Si alguien entra por primera vez, ¿qué es lo que no debería perderse?
Definitivamente la barra. Allí es donde se ve la técnica en acción: los drippers japoneses, el espresso medido al gramo, las conversaciones con los baristas. Es un espectáculo en sí mismo. También recomendaría detenerse en los detalles arquitectónicos y de diseño: cada rincón está pensado para conectar estética y café.

¿Cuál ha sido un desafío interesante que los haya hecho replantearse algo sobre el proyecto?
Un desafío clave fue crecer sin perder el alma. Al abrir nuevas tiendas y un laboratorio de tostado, nos dimos cuenta de que teníamos que diseñar sistemas de capacitación, servicio y calidad que sostuvieran la esencia original de cucurucho. Ese reto nos hizo replantear cómo transmitir nuestra filosofía a cada nueva persona que se une al equipo, y nos llevó a crear manuales, rituales y un lenguaje propio.

¿Qué influencia, idea o referencia sigue guiando lo que hacen hoy?
Nos guía la idea de que el café es un espejo. Al preparar y compartir una taza, lo que hacemos es reflejar valores: precisión, hospitalidad, belleza, comunidad. Esa filosofía se inspira tanto en la cultura japonesa del detalle como en el espíritu italiano del espresso y en la tradición mexicana de encuentro alrededor de la mesa.

¿Qué lugar, proyecto o persona los ha inspirado últimamente y por qué?
Japón sigue siendo una gran inspiración. Este año, nuestra relación con la comunidad cafetera japonesa y el contacto con su manera de integrar tradición con vanguardia nos ha hecho replantear el futuro de cucurucho and company como un puente cultural entre México y Asia. También nos inspiran artistas que trabajan desde la disrupción y la autenticidad: desde Ferran Adrià en la gastronomía hasta Yohji Yamamoto en el diseño.

Si su espacio pudiera invitar a alguien a colaborar por un día, ¿quién sería y qué harían juntos?
Invitaríamos a David Byrne, porque su manera de transformar lo cotidiano en performance artístico dialoga con lo que hacemos con el café. Imagino un día en el que componga un manifiesto sonoro dentro de nuestro laboratorio, mientras tostamos y preparamos cafés, y el espacio entero se convierte en una obra híbrida entre música, aromas y arquitectura.

¿Hay algún objeto, rincón o detalle del lugar que tenga una historia que pocos conocen?
En Casa del Fuego —nuestro laboratorio y showroom— tenemos un Probat UG22 restaurado, un tostador clásico alemán que simboliza nuestra conexión con la historia del café. Al mismo tiempo, allí convive con roasters de última generación, mostrando el diálogo entre pasado y futuro. Ese contraste es uno de los secretos que sostienen nuestra identidad.

Si este proyecto fuera una ciudad, un libro o un disco, ¿cuál sería y por qué?
Sería Tokio: caótico y preciso, tradicional y futurista al mismo tiempo.

Sería Rayuela de Julio Cortázar, porque se puede recorrer de muchas formas, siempre descubriendo algo nuevo.

Y sería Remain in Light de Talking Heads, porque es experimental, contracultural y profundamente humano, justo como nuestro proyecto.

Respuestas por David Birruete, fundador de Cucurucho.