A los cuatro años conocí el mar, me llené de miedo al escuchar el estruendo de las olas rompiendo sobre las piedras que abrazan el agua salada. Sentí por primera vez en el estómago una contracción casi como un dolor, acompañado de adrenalina, miedo y al mismo tiempo ganas de correr y dejar que ese monstruo ruidoso y su inmensidad me devorarán.
Mi cuerpo pequeño y ligero.
Mi piel sin cicatrices.
Mis dientes aún de leche.
Mis ojos inquietos por conocer lo que había debajo de esos destellos de sol que brillan por encima del agua.
Yo sabía que no sabía nadar, no me lo preguntaba, tampoco importaba.
Y ese día conocí mi sensación favorita.
Favorita y destructiva
Me gusta lo que sé que puede destruirme.
Me gusta lo inmenso, lo grande.
Disfruto sentirme pequeña y aún con eso confío en que puedo manejarlo.
Una y mil veces
Por favor ya no me detengan.
Por favor no se acerquen a mirar.
Por favor no intenten rescatarme.
Encuentren su propia playa y aprendan a nadar o mueran pero en mi playa no.
Fotografía: John Kilar | Instagram
Creer y crear.