Crítica a la especulación del tiempo

Deseé demasiado. Caminé hasta aprender a sentarme y esperé hasta que supe valorar el tiempo.
Me encerré y descubrí una ventana que daba a una calle de bugambilias y paredes blancas.
Reacomodé y adorné el pensamiento que habité por unos años.
Cambié de paredes, colonias, colores, clósets, espejos, ventanas y personas.
Amé de muchas maneras.
Cambié, crecí.
Me di cuenta que la voz y la letra cambian con el crecimiento y el aprendizaje.
Me resigné también.
Provoqué mis lluvias y también tuve que aprender a calmarlas, a refugiarme, entender cada gota de ellas y crear con mucho trabajo mi propio sol para encontrar mi calor.
Permanecí en cuatro paredes, un techo y el suelo. Habitándome, aguantando la confrontación y la desesperación de no entenderme una y otra vez. Bailando en mi felicidad y cantando sin censura.
Viajé de un pensamiento a otro conociendo mi mundo interno y aceptando mi vulnerabilidad, la única que tengo.
Regalé amor.
Fui la creadora de mi monstruo emocional y descubrí que el miedo era su favorito.
Había embalsamado el pasado con el fin de no olvidar mis versiones pasadas. No me gusta olvidar pero tampoco acumular.
Fui yo a medias hasta que me completé y entendí que soy todas mis versiones pasadas; habitan en mi presente y son amadas.
Preferí amarme antes que amar a alguien más.
Mi favorita, la mejor coleccionista de tristezas, experta de la observación, una espectadora de la vida. Un año menos o uno más siendo este ser que me ha transportado y ha creado historias y movimientos sin parar.
Crear para creer en la creadora; el círculo perfecto.