Me topé con Charlie Kaufman en McDonald’s.
Lleva un parque roto por dentro.
Las mariposas ya no pueden volar tranquilas porque el aire está lleno de ácido y dinamita, me dijo. El cielo a veces lo encuentro lleno de nubes radioactivas, respondí. Tic Tac.
Declaro la guerra a mi peor enemigo que es: french poodles con sweater, rábanos, bomba de buscaminas, verano de 1968.
Debajo de su sangre caliente lleva su máquina de decir cosas aleatorias, sin duda.
Sintiéndome amenazado, miré a la calle y lo supe:
un dron nos espió por la ventana.
Si tan solo tuviera alas me volvería invisible, pensé,
pero estoy condenado: seré el próximo miembro de su club de corazones boxeadores (tontos, pero fuertes).
Fotografía por cem celik
se me olvidó existir