Yo lo negaba todo.

La mejor amiga que él pudo tener… y hoy, vuelve a ella.

“Mírale, tan cercana y tan distante. Ya no es su cabellera, un frondoso atardecer.”

Él amaba sus inviernos;

su sonriza e-n-t-r-e-pa-pelada en plata,

ojos ágata

y el andar gatuno.

Respira. ¡Es ella, es ella! -murmura algo o alguien en tu cabecilla.

El ambiente está tan frío y no sólo porque había llovido; los chicos acaparaban chaquetas mientras las tías cigarrillos.

Y de nuevo, ella.

Luciendo ahí, sensacional en vestidillo satín negro. Por los hombros al descubierto, clavículas de enmarcado filo trigueño…

¿Que si lucía perfecta?.- Era ella, no una chaqueta.

Tan palpable que, de nuevo, su día volcó en oscuro gose -con su solo rose-, para desvestirle de luna y, entre sueños, arrebatarle toda la noche.

Fotografía: PJ Wang