Abrí el baúl de los recuerdos y ahí estaban apiladas cientos de cartas que no habían llegado a su destino. Acumulando polvo y recuerdos las cartas aumentaban al número de ciento cincuenta o ¿Sin cuenta? El baúl de los recuerdos no es literalmente un baúl es un lugar donde guardo aquellas cosas que quiero que perduren en el tiempo. Cada una de esas cartas representan un rechazo; una invitación no aceptada, algo mejor que hacer ese día.
Cada vez está más cerca el día de la mercadotecnia, cuando el mundo entero quiere estar con su pareja para demostrarse lo mucho que se aman. Pero nada de eso existe, son palabras insulsas y vacías que le dices a una persona que no conoces del todo y que a tu ego no le interesa conocer; se entregan los regalos pagados con dinero que no tienen. Es durante esas fechas cuando brillan las lunas de Acuario en el cielo, puedo sentir el peso completo del océano sobre mí.
Prácticamente las cartas se abren y se leen solas, recuerdo con ellas los momentos de mi infancia; la primera novia de un día, el primer beso en el cine con el que el corazón se aceleraba a los 13 años. La primera vez que tuve relaciones sexuales durante mi cumpleaños veintiuno. Todos esos momentos imaginarios de una infancia y una adolescencia perdidas, escribiendo recuerdos en un diario inexistente. Al igual que mi antiguo diario, esa gente de la que hablaba en él ha desaparecido más su recuerdo sigue vivo como si fuera la primera vez. Las miradas confundidas durante las ceremonias en la escuela secundaria cuando creía que me observaban, pero en realidad era a la persona detrás de mí.
Miles de palabras escritas “te quieros” y “te amos” al por mayor, ninguna de esas palabras tiene sentido. Una oda al rechazo toma la forma de un ser inexistente, una clase de Frankenstein con pedazos de todas las personas que me han rechazado. No se puede distinguir si esto es la cura o la enfermedad misma; en mi interior el fuego respira a través de esos recuerdos, pero al mismo tiempo se apacigua por completo. Todo esto se puede traducir como en perder una amistad por una persona del sexo opuesto, no tiene razón de ser; las personas no deberían rechazarte, pero aun así lo hacen y no hay nada que puedas hacer al respecto. Y no es que exista la persona perfecta tampoco, por eso es que existe la infidelidad; no se puede encontrar todo lo que esperas de alguien incubado en el ser que tú distingues como “amado”.
La enfermedad se transforma en mil voces dentro de mi cabeza que ya acostumbrado a eso como es mi caso, mis pensamientos se dividen entre esos entes internos. Desaparece la congruencia entre lo que digo y lo que hago con mi vida, se vacía de sentido y la gente se convierten en extraños. La gasolina hace su aparición estelar, en el fondo suena una canción homónima. Comienzan a arder las cartas, una de las voces canta: “Yo romperé tus fotos, yo quemaré tus cartas”. La casa también se incendia y pienso en las inmolaciones de los griegos en Homero. Me siento como Ulysses de James Joyce aunque sólo alardeo porque no he leído ese libro, ni volveré a leer nada, ya que toda mi casa se incendia conmigo adentro.
Fotografía por Isa Gelb
Parecemos nubes que se las lleva el viento, cuando hay huracanes, cuando hay mal de amores…