Querida Ariadna.
Me he encontrado preocupada por ti. No me sentí tranquila desde la última vez que hablamos cuando te visite en Creta. Sin duda, asistí con entusiasmo al saber que ya no estarías entregando hilos a cuanto hombre intentara derrotar a la bestia, sabía que estabas cansada ya. Nunca imaginé que el último valiente y… Triunfador, sería Teseo, te lo dije… No me creaba confianza. Ariadna, te pido que en este abandono, en esta soledad desmedida que ahora sientes, la intranquilidad con que te percibí la última vez la pongas sobre la mesa. Es momento de que te des el hilo a ti misma, que recorras el laberinto que tu mente ha creado, que llegues a la bestia, a todos esos demonios que te reprimen a liberarte, no permitas sentirte así, la encomienda fue de tu padre… pero la vida es tuya. Tu padre, Teseo, tu padre, Teseo… Ariadna, ¡piénsalo! Pues, nuestro propio corazón nos excede y ese hilo que tanto te costó hacer, tanto costó recorrer y elegir el mejor material de repente se enreda, se maltrata.
Espero poder visitarte pronto, por el momento… suelta la corona y admírate.