Estaba ocupada con su interior, intentando resolver preguntas que quizás nunca tuvieran respuesta.

Escribir era su medio de escape a cualquier problema, su terapia favorita consistía en tomar una pluma y dejar que sus dedos trataran de explicar sus infinitas inquietudes.

A menudo pensaba que las cosas pasaban por lógicas razones, pero muy dentro de sus pensamientos, justificaba las consecuencias; no era tonta, deseaba fueran manipulaciones de sus estúpidos actos. Así los nombraba.

Miedo no tenía, tal vez arrepentimiento. El conflicto emocional entre decir sí o no con seguridad, podían llevarla por caminos completamente distintos, algo que puede parecer normal, pero no para la vida que llevaba.

No necesitaba de halagos, se tenía confianza; era segura, lo podía notar cuando miraba fijo, sin vacilar, penetrante a los ojos de quienes se atrevían a tener una conversación con ella.

Le gustaba observar en silencio, sentada desde aquel sillón; notaba la curva de sus labios, al burlarse de las falacias de las personas reunidas. No temía el no poder disimular, aunque fuera un poco, que la pasaba excelente cuando los buenos modales se les salían de las manos.

Se movía con destreza, bailaba sola de a ratos, en el centro de la sala. Le importaba un carajo de qué se trataba todo aquello que estaba pasando y le fascinaba atraer a todas aquellas miradas, la alimentaban, la alentaban. Como lo hizo conmigo.

Yo sabía que por su mente revolucionaban innumerables ideas y fantasías, el misterio que emanaba por cada uno de sus poros, hacía morirme de ganas, por compartir cada momento con ella. Ni yo lo sabía, pero aquella noche, llegó para cambiarme la vida.

Fotografía por Camerafilmlens