Todo este capítulo en mi vida en el que tú eres el personaje principal ya me está haciendo perder la poca cordura que me quedaba.
Cuatro meses atrás me prometí entrar a rehabilitación, desintoxicarme de ti… abstinencia, pero llegó febrero y todo lo tiré por la borda, tomé un avión, fui hacia tu cuerpo a perderme en tu piel y para abrir la llaga que ya habías hecho a mi alma con tu desprecio. Regresé con el corazón destrozado y te he llorado desde el primer día de marzo, mis ojos ya están secos y no brillan igual.
Tal parece que a la vida le gusta jugar a la mala, inició abril y mi mente ya mostraba mas fortaleza, ya podía pasar periodos prolongados sin saber de ti, sin buscarte, sin verte, pero justo en este momento de encierro, decidir saludar con un “hola” y tu respuesta casi inmediata volvió a girar mi atención a tu ser. La conversación, ya no tan profunda como en el ayer, me dio una clave en la que comprendía que nada está escrito y que tus planes pueden ser aplastados por la divinidad o la energía que rige nuestra existencia en este mundo… y con un “Ya estoy aquí” sacudiste y derrumbaste mi trinchera, esa que estuve construyendo con lagrimas y recuerdos durante un mes entero. Ahora ya vives en la misma ciudad que yo, tu trabajo te trajo de nuevo a donde ya habitabas cuando no sabíamos que existíamos… Que ironía, cuando estabas aquí, jamás coincidimos, te fuiste a más de 700 km y ahí te encontré, a la distancia te conocí, fui hasta ti para no extrañarte más y ahora tu estas aquí. En mis alucinaciones nocturnas imagino que nuestras almas están sumamente unidas, que viajé hasta ti a atar el hilo rojo que nos une y que por eso volviste a mi, a este lugar donde amaste la vida, pero abro mis ojos de ese espejismo y solo sé que no somos nada.
Fotografía por anna li
Escritora de media noche y actriz en el teatro de tragicomedias llamado “vida”