Sé que la luz existe pues entra por un hueco que hay en la lámina,
quisiera que esa luz me hiciera una grieta en el cuerpo y así terminar con este suplicio llamado vida.

Fui arrancada bruscamente de mi antigua existencia,
mis huesos se rompieron como tallos de árboles secos.
Desde aquel momento, mis días estuvieron cronometrados como los pasos que yo daba de pequeña.

Mi ser sólo ocupa una porción muy diminuta de este basto multiverso,
me resulta tan asombroso reconocerme y asumirme parte de la condición humana,
recibo insultos mientras limpio los restos de mi sangre y desechos.

El cuarto se volvió más grande, las voces retumban con más fuerza, los gritos que dicen que ya nunca tendré un nombre aumentan de volumen constantemente. El único propósito de mi vida es la tortura.

Estoy saldando viejas deudas de un pasado que no viví, pero me fue heredado.
Creé mis demonios y fantasmas, esos que, al atormentarme; hacían más llevadero el último tramo de mi existencia.

Fotografía por Esben Bog-Jensen